Centenares de personas recibirán la Navidad en 'la cola del hambre'
Vanessa Abad de Taramona | 18/12/2022
Más de 200 personas aguardan a diario en la 'cola del hambre' del Convent dels Caputxins de Palma. Es la imagen a la que parece que nos hemos acostumbrado, aunque si nos acercamos bien podremos ver que no son siempre los mismos rostros porque entre los habituales se encuentran otros muchos que, nerviosos y cabizbajos, esperan recibir su bolsa de comida por primera vez. Y es que, a las consecuencias económicas que en muchos hogares dejó la crisis por el coronavirus, se han añadido otros factores como la guerra de Ucrania, la subida de la inflación, los trabajos con sueldos bajos y el encarecimiento de la cesta de la compra.
Según señala el informe ‘Los hogares españoles ante la inflación en 2022: gasto y ahorro familiar en el actual escenario económico’ publicado el pasado lunes, el 56% de las personas de Baleares están teniendo más dificultades que hace un año para llegar a fin de mes, una situación que ha hecho que esta ‘cola del hambre’ haya variado en su composición. “Al número de pobres cronificados, es decir los ‘sintecho’, adictos o con algún tipo de inadaptación en el sistema, se han sumado otros perfiles -explica Fra José Vicente Clemente, responsable de la obra Pa de Sant Antoni de la Iglesia de los Padres Capuchinos. Ahora, prácticamente unas tres cuartas partes son trabajadores pobres o que tienen subsidios y están al borde de la exclusión con trabajos precarios o excesivamente temporales que tienen dificultades para acabar el mes. Por otro lado, si nos ceñimos a variantes culturales, vemos muchos inmigrantes, la mayoría latinos o magrebíes”.
Especialmente preocupante es el número de pensionistas mallorquines que diariamente esperan recibir ayuda, “es un sector que tampoco ha dejado de crecer. Hay una gran cantidad de jubilados y también, en un 55% mujeres que en ocasiones vienen acompañadas de sus hijos. En este caso son amas de casa, empleadas del hogar o mujeres cuya labor es cuidar de alguien”, detalla Clemente.
Un bocadillo, una bebida y un postre, normalmente un bollo típico mallorquín u otro dulce, es lo que contiene la bolsa que todos los días reparte el Pa de Sant Antoni. A veces también entregan verduras y frutas. Para muchos, lo que consiguen es el único bocado que en el día se llevarán a la boca y para otros, supone una enorme ayuda porque ese dinero que ahorran lo pueden emplear para pagar parte del alquiler, la luz o el gas. “Yo vengo una vez a la semana desde hace siete u ocho años años - cuenta Josefa, a punto de jubilarse - y hoy, por ejemplo, además del bocadillo, me han podido dar una bolsa de ensalada, una botella de agua y un zumo”.
Además de gente anónima, “en los peores momentos, los ciudadanos de Palma se vuelcan completamente en los demás y es cuando más aumentan las donaciones”- se apresura a decir el Padre Jose Vicente-, el Banco de Alimentos de Mallorca y el Corte Inglés son grandes proveedores de solidaridad.
También los comercios, cafeterías y restaurantes de la zona hacen una importante aportación, “es el caso de La Parada, el Santo Cristo, Can Paris, Can Joan de s’Aigo, la panadería S’Estaciò, el supermercado Veritas, el Mercat de Palma… todos ellos se preocupan mucho y no es que te den lo que les sobra, sino que lo que te dan es de calidad, siempre bien preparado y empaquetado”.
Los voluntarios, una treintena aproximadamente, son ‘las manos amigas’ encargadas de repartir el hatillo de 9.00 de la mañana a 10:30 horas, aunque a la iglesia llegan mucho antes. “En mi caso vengo un día a la semana y suelo estar sobre las siete y cuarto para ayudar a hacer los bocadillos y tenerlo todo preparado - cuenta Mercedes de 66 años. En total llevo unos 13 años con este voluntariado y aún recuerdo la ilusión con la que vine la primera vez, la misma que mantengo. Es muchísima la felicidad que siento. Me aporta más de lo que yo puedo aportar”, expresa emocionada.
‘ESCALDUMS’ PARA RECIBIR LA NAVIDAD.
El 25 de diciembre todos los voluntarios intentan que ese día sea especial. Por eso, además de repartir turrones, prepararán un menú mucho más suculento, “este año -concreta Clemente- serviremos sopa, ensalada de pasta y salmón elaborado por cocineros voluntarios que trabajan en distintos hoteles de Mallorca. También habrá escaldums, un guiso típico de la isla que en este caso cocinará L'Associació de l'Acadèmia de la Cuina i del Vi de Mallorca.
“Para nosotros, después de 15 años que llevamos colaborando, supone una satisfacción enorme participar en la comida de Navidad de la Iglesia de los Capuchinos. Allí nos presentamos a la una de la tarde con unas 300 raciones de escaldums y nos quedamos unas cinco o seis personas para ayudar a servirlos en tapers”, cuenta Gabriel Morel, miembro de la junta directiva de la academia.
Pese a que la pandemia les ha obligado a ser prudentes y en los últimos años ya no comen todos juntos para evitar riesgos, sea en el formato que sea, la comida de Navidad cuenta con una enorme tradición en la Iglesia de los Capuchinos. Una tradición que, como cada año, convive con la de los puestos de dulces y souvenirs navideños de la Plaza de España donde, durante unas horas, se respira el mismo ambiente de ilusión y se comparten nuevas esperanzas.
Al término de la conversación con el Padre Clemente, una mujer se acerca a la zona de alimentos y apresurada hace entrega de un gran bulto cubierto por una tela. Al preguntarle, comenta que ha venido a donar un jamón, 'es que me he juntado con dos en casa, pero lo siento, tengo el coche mal aparcado y no puedo entretenerme ni decirte mucho más”.
No es necesario, a la caridad le sobran las palabras.