“He sido agredida por no permitir que los indigentes pusieran un colchón en la puerta de mi casa”
Alba González | 22/01/2023
Una vecina del barrio de Camp Redó nos explica cómo recibió un bofetón por tratar de liberar el portal de su casa de los colchones que muchos utilizan para recostarse y pasar un rato en la calle. No fue agredida por ninguno de los indigentes que frecuentan los parques de la zona sino por otra vecina, según cuenta ella misma, “por quejarse, por no consentirlo”. El suceso se denunció y llegó a juicio pero la cosa no acaba ahí. Estos conflictos son sólo una pequeña muestra de la realidad tensa que se respira en el barrio a causa de una degradación progresiva a la que aún no se ha dado solución. Los vecinos del barrio claman una vez más a las instituciones para lograr una intervención que, al menos, devuelva los parques a los niños.
LOS CARTELES DE CAN SIMONET
Empezaron a aparecer poco a poco, primero uno, luego tres más, hasta concentrarse varios de ellos en las verjas blancas de un parque que, durante años, fue un agradable lugar de paseo habitual para los residentes entre General Riera y Camp Redó. “Este parque era precioso, tengo 59 años y lo disfrutamos con nuestra hija que ahora tiene 28 y después con nuestro perrito. Ahora está completamente abandonado y desolado”, reza uno de los carteles. “Yo tengo 63 años y he visto construir este parque, ahora tenemos lo que nuestras autoridades han decidido que tengamos, una comisaría de policía local a pocos metros y todo lleno de toxicómanos, alcohólicos, trapicheos y peleas; colgad carteles vecinos a ver si toman conciencia”, explica otro. Son varios los que se han colgado estos días y pueden leerse alrededor de la cerca del recinto; aunque el problema no viene de ahora; es mucho más antiguo. Ya en 2007, Can Simonet padecía ciertas deficiencias en su mantenimiento aunque nada comparable a lo que ocurre en la actualidad. En quince años se ha pasado de desperfectos ligeros y pintadas en el mobiliario a la tenencia de drogas, insalubridad y una tensa convivencia. A partir del cierre definitivo del Mercat de Camp Redó en el 2019, la intensidad del incivismo ha ido creciendo hasta límites insospechados. La situación actual es “intolerable”, cuentan los vecinos absolutamente desesperados. En Can Simonet, son muchas las personas que se reúnen para compartir litronas de cerveza, humo y hasta jeringuillas. Lo hacen, sorprendentemente, a pocos metros de un colegio y de la comisaría de policía local del distrito; pero además, junto a otro parque en el que la situación es, si cabe, aún más insalubre, peligrosa y desesperante para los que la viven diariamente.
COTLLIURE, LA REALIDAD DE LA CALLE EN LA PUERTA DE CASA
“El otro día conté hasta 23 personas en el parque”, explica una vecina.
No es una cuestión de número sino de las acciones que llevan a cabo. Parte de los diversos grupos de personas que se concentran en el pequeño parque infantil de Cotlliure beben alcohol a plena luz del día, fuman sustancias estupefacientes, se pelean, fornican y hacen sus necesidades en los jardines colindantes. “He visto todo eso con mis propios ojos. Antes daba gusto pasearse y ahora se ha degradado un cien por cien, vamos a peor y no hay ningún movimiento por cambiarlo”, dicen los afectados. “Esto es insoportable, alguien tiene que hacer algo, que dejen de decirnos que no se puede hacer nada”.
Los últimos tres años han sido, sin lugar a dudas, los peores para este pequeño parque situado en la calle Cotlliure. Dicen los vecinos que los problemas de Can Simonet, provienen de este otro teórico núcleo verde; aunque de verde queda poco, y lo que hay, esconde personas que orinan y defecan sin pudor alguno frente a los vecinos. Ambos parques sufren la degradación y dejadez de una zona en la que cualquier intervención es compleja y delicada. El vandalismo hace acto de presencia demasiado a menudo, los contenedores han ardido ya más de una vez e incluso, en enero del 2020, apareció muerta una persona sin techo en pleno parque.
“Por las mañanas, cuando salimos de casa camino al colegio, ya nos los encontramos bebiendo; y lo que es peor, fumando porros. Los niños nos preguntan que a qué huele, ¿qué tengo que decirles?”, cuenta enfadada una vecina. No tienen un problema con los indigentes, entienden su situación y saben que la realidad que viven en la calle no es nada fácil. El problema es que, si por la noche son acogidos en algunos de los centros existentes en Palma, durante el día, no existe ningún tipo de recurso para ellos; por lo que los aboca a concentrarse en los parques y pasar el día de cualquier forma.
Una de las zonas más problemáticas son los porches situados en uno de los laterales del parque; dan entrada a numerosas viviendas pero también se han convertido en el cobijo de algunas de las personas que vagabundean por el lugar. “Iba con mi hijo y nos hemos encontrado una joven toxicómana durmiendo la mona en el suelo; otros pidiendo frente al supermercado, luego están los que fuman y beben; son tantos que en el parque ya no hay sitio ni para los niños ni para la gente mayor que también lo está sufriendo. Los vecinos si no tienen necesidad de salir, no salen para no enfermar de impotencia”.
La suciedad concentrada en el lugar crea un olor característico que los vecinos ya conocen bien; aunque las condiciones incluso empeoran cuando algunos de los individuos más incívicos restriega, por ejemplo, parte de sus excrementos en la fachada del edificio. “Eso que ves es caca. Es muy desagradable. También hay peleas continuamente; no hace mucho un hombre yacía en el suelo mientras cinco o seis le pateaban, mi hijo de cinco años me preguntó por qué ocurría aquello y no supe cómo explicárselo. Hay parques infantiles, no comprendo como esto se permite, la ley protege estas zonas. Lo hemos intentando todo, hemos asistido a plenos, hemos entregado escritos al registro y sólo vamos a peor”.
La porquería concentrada ha atraído a las ratas y por si fuera poco con la insalubridad, la tensión, la indigencia y la presencia de drogas; los vecinos conviven también con los destrozos que varios grupos de chavales llevan a cabo con total impunidad. “Vienen, ensucian, rompen cosas, han llegado a echar aceite en las rampas para que la gente se patine, caiga y se haga daño, rompen papeleras y porteros automáticos, es un desastre”, explican algunos testimonios. Existen varias asociaciones vecinales en la zona y otras tantas entidades sociales trabajan duramente para paliar los problemas de exclusión social que conlleva un barrio como Camp Redó, pero el esfuerzo no es suficiente. Los vecinos esperan a la reordenación del Plan General de Palma y a la eficacia de las actuaciones previstas pero la desesperanza se ha apoderado de la mayoría y ya no creen en ninguna de las instituciones que tiene el poder para cambiar las cosas.
“Entendemos que hay muchas personas aquí que no tienen otro sitio al que ir, sabemos que les echan de sus centros por la mañana y aquí se sienten cómodos; no es culpa suya, la administración tiene que hacer algo, formarlos, ocuparlos, intentar ayudarlos; no me parece normal que estas personas vivan en la calle, es inhumano; y a la vez, tampoco son tolerables los comportamientos incívicos que se producen, seas quien seas o vengas de donde vengas”, tratan de argumentar los vecinos. “Pedimos más vigilancia, más atención, algo se podrá hacer. Sólo queremos vivir en paz”, concluyen apenados.