Una joven denuncia la inacción de un colegio de Palma ante años de 'bullying': “Me han hecho la vida imposible”
El acoso ha llegado a tal punto que un compañero vertió silicona sobre su mano, provocándole una terrible quemadura
Penélope O. Álvarez | 29/10/2024
A las cuatro de la tarde de un 12 de septiembre de 2024, pocos días después de haber empezado el curso, Jennifer, de 17 años, entra en la comisaría de la Policía Nacional acompañada de su mejor amigo para denunciar las agresiones verbales y físicas que está sufriendo desde el curso pasado. Con el conocimiento de sus padres y harta de sufrir los abusos de sus compañeros, ha dicho basta.
Todo se remonta a 2022, cuando Jennifer ingresó en el Colegio San Pere de Palma, huyendo de un pasado de bullying, pensando que por fin encontraría tranquilidad. Su madre Fabiana recuerda que los responsables del centro le prometieron apoyo y comprensión, especialmente teniendo en cuenta que Jennifer sufre síndrome de Tourette y TDAH. Sin embargo, la realidad no ha sido para nada como esperaban.
“El primer año fue normal y tranquilo”, cuenta Jennifer, quien tuvo que repetir 2º de la ESO debido a las faltas de asistencia, culpa del bullying que sufría en su anterior centro. Fue a principios del curso siguiente cuando todo empeoró: "Un compañero empezó a hacer comentarios y a reírse de los tics que tengo en el cuello y la boca". "Son espasmos que se alteran cuando estoy nerviosa o tengo emociones fuertes", aclara.
Sus compañeros de clase, que se sientan varias filas más atrás que ella, le lanzan envoltorios de comida, se ríen de sus tics e incluso los imitan, han llegado a compararla con fotos de animales que buscan en internet para burlarse de ella. “Me siento como un animal en un zoo”, confiesa la adolescente. Sus intentos de buscar ayuda han sido en vano: “Los profesores solo me dicen que ‘hablarán con ellos’ o que ‘no pueden hacer nada ahora’”, lamenta.
Uno de los momentos más traumáticos fue cuando a finales del curso pasado, el líder del grupo de compañeros que la acosan, le pidió ayuda con una maqueta. Ella, con toda su buena voluntad, se acercó a ayudarle y este le vertió silicona caliente sobre la mano, provocándole una grave quemadura de la que aún hoy tiene cicatriz. Un recuerdo constante del infierno que vive en el colegio.
Jennifer tiene miedo de ir al colegio: "Hay gente que no conozco de nada, de la que ni siquiera sé su nombre, que se burla de mí, me han hecho la vida imposible". La situación ha llegado a tal extremo que sufre ataques de ansiedad, no tiene motivación de ir al colegio e intentó suicidarse hace unos meses. Algo de lo que asegura que se arrepiente, pero está claro que no puede más. "Me siento como un animal en un zoo en vez de una persona normal en una escuela", confiesa la joven, que se siente "vulnerable", "rara" y que teme por sus estudios: "No quiero dejar de estudiar por no poder estar bien en el centro”.
Harta de la situación, Jennifer se lo contó a su madre, que ha intentado en repetidas ocasiones tener una reunión con el tutor de su hija, sin éxito. "La orientadora habló con mi madre porque estaba sacando malas notas a raíz del acoso", explica la joven, que en vez de recibir motivación por parte de esta figura escolar, le expresó comentarios desesperanzadores y negativos como que "no servía para estudiar" y que era mejor que "empezara a trabajar" porque estaba "perdiendo el tiempo" en el instituto.
Después del verano ha podido cambiarse de aula y reducir sus encuentros con los agresores, pero aun así sigue compartiendo clases con ellos. Por desgracia, el círculo de apoyo de Jennifer es prácticamente inexistente: "Cuando tenemos que hacer trabajos no tengo con quien hacerlo porque nadie quiere sentarse conmigo". Su único apoyo es su mejor amigo, quien la acompañó a poner la denuncia y ha confirmado ante la Policía todos los episodios de bullying. “Si él falta, me quedo absolutamente sola”, asegura la estudiante.
La situación no se queda ahí. Jennifer, que recibe tratamiento psicológico por diferentes motivos, lleva un mes sin terapia porque le han pasado de la unidad de IBSMIA al IMAS, pero aún no se ha hecho efectivo el cambio de profesional: “Nos dicen que la persona encargada está de vacaciones y que tenemos que esperar”.
El impacto del acoso escolar en la salud de Jennifer ha sido devastador: sus síntomas han empeorado y la medicación no le hace el efecto adecuado. “He probado más de nueve tipos de medicación, pero nada me funciona. Necesito un entorno tranquilo para que el tratamiento haga efecto, y el instituto me desestabiliza”, lamenta la joven. Para sobrellevar el estrés, recurre al gimnasio y al dibujo, actividades que la ayudan a desconectar; sin embargo, sus tics son tan severos que a veces no puede ni sostener un lápiz. En ocasiones son tan fuertes que no puede comer porque vomita al momento. Además, sufre episodios de rabia, e incluso se pone agresiva por la desesperación que le provoca lo que sufre en el instituto.
Con el apoyo de sus padres, Jennifer sigue adelante, a pesar de que cada día en el colegio es una prueba de su resiliencia. Ahora, alza la voz para denunciar la falta de medidas del colegio, que, en sus palabras, “no ha hecho nada por ella”. Mientras, el bullying continúa sin consecuencias para sus agresores. “La que está empeorando y que no tiene culpa de tener síndrome de Tourette, soy yo”, recalca.
A pesar de que Crónica Balear ha intentado conocer la versión de los hechos del Colegio Sant Pere contactando con ellos varias veces, el centro en el que Jennifer cursa los estudios, no ha sido posible hablar con ningún responsable.
AYUDA
Si estás pasando por un mal momento o tienes ideas suicidas, puedes llamar al Teléfono de la Esperanza (971 46 11 12), una línea telefónica a la que se puede llamar de forma anónima donde voluntarios atienden 24 horas al día a cualquier cuestión de salud emocional. Proporcionan atención, comprensión y ayuda a personas que estén pasando algún momento muy difícil, con cualquier tipo de crisis.
El Ministerio de Sanidad cuenta con la línea de atención a la conducta suicida (024) en la que se ofrece ayuda a personas con pensamientos, ideaciones o riesgo de conducta suicida, y a sus familiares o personas cercanas. Es un servicio nacional, gratuito y confidencial disponible las 24 horas del día, los 365 días del año.
En caso de emergencia vital inminente puede llamar directamente al teléfono de emergencias 112.