Los okupas de Sant Ferran a los vecinos: "Os vamos a matar, a vosotros y a vuestra familia"
Carlota Padilla | 23/10/2022

Los okupas de la avenida de Sant Ferran, atrincherados en la antigua sucursal de CaixaBank desde hace un año, tienen a los vecinos absolutamente sometidos. "Las amenazas de muerte se han convertido en nuestros 'buenos días'", afirman algunos de ellos. La situación es agonizante y no parece mejorar.
Desde hace un año, la vida de estos vecinos se ha convertido en una pesadilla. La antigua sucursal bancaria fue okupada por entre 5 y 10 personas de origen colombiano -depende de la época del año-, aunque, al parecer, ahora hay una persona de Brasil y se han llegado a ver personas de origen rumano.
Según apuntan los vecinos, están las veinticuatro horas del día drogados, borrachos, hay fiestas de 72 horas -todo un fin de semana-, un ruido ensordecedor que no permite que los vecinos puedan descansar y llevar una vida tranquila. Pero esto es solo el comienzo.
AMENAZAS, INSULTOS, ÓRDENES DE ALEJAMIENTO
Los vecinos de Sant Ferran están "desesperados", aseguran que nadie les ayuda y que están hartos de llamar a la policía, porque "no sirve de nada". Los agentes no pueden entrar en la sucursal, pues antes debe pedirse una orden del juez, que no se concede por una queja de ruidos. Sin embargo, afirman que la policía está de su lado y les aconseja y ayuda en todo momento.
Lamentan que "habrá victimas", se sienten "desprotegidos, ignorados, abandonados" y completamente repudiados por las autoridades. Los okupas amenazan de muerte e insultan constantemente a los vecinos, que temen por su vida a diario, ya que cada vez se vuelven más violentos y agresivos.
Ayer mismo, la policía acudió hasta cuatro veces al mismo lugar. Uno de los okupas que, al parecer, iría drogado o ebrio, entró en un bar, comenzó a tirar sillas y vasos y a amenazar a todos los allí presentes: "Te voy a matar, te voy a rajar, a ti y a toda tu familia y a todos tus hijos, voy a venir con una pistola, con un Kaláshnikov y les voy a meter un tiro a todos".
Acto seguido, otros okupas salieron para retenerle y hacerle entrar de nuevo en la sucursal, pero poco después salió y volvió a proferir insultos y amenazas.
Debido al escándalo, otros vecinos salieron para ver qué estaba ocurriendo y el okupa cargó contra ellos toda su furia a modo de amenaza verbal.
Este es solo un episodio más de lo que ocurre en el día a día. Los okupas tienen órdenes de alejamiento de varios locales de la zona.
"Pero, ¿de qué sirve? Si pones una orden de alejamiento, entran, llamas, los detienen y al día siguiente vuelven a estar en la calle, que alguien me lo explique", espeta un vecino. "Me gustaría saber qué pasaría si esto le ocurriera al familiar del juez que los deja libres, o a él, seguro que los enviaría a la cárcel".
"Invitamos al juez a que venga a vivir esto con nosotros, que vea lo que es", dice otro. "¿No se siente humillado?, ¿no ve que no sirve de nada?, ¿que juegan con él?", se preguntan. "Desobedecen las órdenes de alejamiento, lo que demuestra que no vale para nada que se pongan, juegan con él".
En otra ocasión, hubo una reunión en una comunidad de vecinos y los okupas se unieron para amenazar a todo el que estaba allí.
"Mis hijos y mi mujer tienen miedo de llegar a casa, ¡a nuestra casa! Se paran unas manzanas antes de llegar y me llaman para que baje a buscarlos, no quieren entrar solos porque los okupas entran y salen y son muy peligrosos, ¿hasta dónde vamos a llegar?", comenta otro vecino, preocupado por el futuro de su familia.
Los vecinos aseguran que los okupas cargan con decenas de antecedentes y que, incluso, les han visto con machetes de gran tamaño. Uno de ellos cuenta que desde el mes de abril hasta ahora ha llamado 200 veces a la policía para alertar de algún enfrentamiento con los okupas.
Sin ir más lejos, la semana pasada, la Policía Local detuvo a dos de los okupas de esta sucursal por un violento robo. Al parecer, una mujer caminaba por la calle Federico García Lorca, cuando, la asaltaron dos individuos y le pidieron que les entregase su bolso.
La mujer se negó, por lo que la agredieron y le pusieron, según pudo observar, una pistola en el cuello. Se asustó mucho y les entregó todo lo que tenía. Posteriormente, los hombres se dieron a la fuga.
La mujer fue hacia un bar que vio abierto y llamó a la Policía. Les dio la descripción de los individuos y los agentes comenzaron a dar batidas por la zona. Minutos más tarde, los agentes localizaron por la calle de Andrea Doria a los individuos que coincidían con la descripción.
Al interceptarlos, uno se fue corriendo hacia la zona de El Terreno y al otro lo detuvieron en el lugar. Poco después, una patrulla interceptó al otro individuo en la calle que va hacia el Castillo de Bellver y lo detuvieron. Al cachearles, localizaron el móvil sustraído de la mujer, pero no encontraron ni el bolso ni la cartera.
"Aquí habrá muertes, algún día matarán a alguien, y que no digan que no hemos avisado", sentencian.
La mayoría de los vecinos viven con ansiedad y se medican para poder descansar, han asegurado.
Además, les consta que en alguna ocasión han hecho fuego, "nos da miedo pensar que nos pueden quemar el edificio entero", cuentan.
Por otra parte, confiesan que en verano, dentro de la sucursal habían puesto una piscina con agua y tenían una televisión grande. "¿De dónde sale todo eso? Seguro que no lo han comprado, pero, ¿quién paga el agua y la electricidad?", se preguntan.
ES UN NEGOCIO
Por si esto fuera poco, además, los vecinos tienen constancia de que se trata de una red, tienen varias sucursales okupadas, hacen cálculos de cuánto tiempo pueden pasar en cada una de ellas -dependiendo de la presión, de las amenazas, etc.- y, antes de salir o ser echados, ya tienen otro lugar que okupar.
Los vecinos les han escuchado hablar por teléfono y afirman que esta red tiene cuatro o cinco sucursales okupadas. Sucursales que tienen completamente habilitadas y que incluso alquilan a jóvenes para mantener relaciones sexuales o hacer fiestas en su interior por 100 o 200 euros. Después de alquilar la sucursal, sacan a la gente a patadas y les pegan palizas.
ENCHUFADOS A LA COMUNIDAD
En un año, se han enchufado al suministro de la comunidad al menos cuatro veces. Por supuesto, el edificio que se encuentra justo encima de la sucursal es el más afectado por este tipo de acciones. Pese a que no tienen ningún pudor para cruzar la calle con un cable y un alargador para enchufarse al suministro de otra comunidad.
El 'modus operandi' habitual era sacar un alargador, abrir el portal y conectarse desde un enchufe que está ubicado allí mismo. Sin embargo, este 'truco' es bastante simple y los vecinos pueden detectarlo fácilmente y desconectar el enchufe enseguida.
Es por eso que han empezado a usar, dicen, técnicas más elaboradas. En primer lugar, manipulaban los contadores del edificio y se conectaban desde ahí, motivo por el cual los vecinos en más de una ocasión se han quedado sin luz. Pero esto sigue siendo fácil de ver y desconectar.
Así, las últimas veces, se han enchufado a los cuadros contadores y han pegado encima unas placas para evitar que los vecinos puedan quitarles la electricidad.
Los vecinos cuentan que la última vez tuvieron que acudir operarios de Endesa escoltados por policías para poder desenchufar el cableado de los okupas. "Es un desastre", concluyen.
REUNIONES FALLIDAS
La sensación general de los vecinos es de desesperación absoluta. Se sienten desamparados y olvidados por las autoridades.
La justicia no hace nada por ellos y las denuncias y órdenes de alejamiento que imponen contra los okupas "no sirven de nada" y el Ayuntamiento de Palma hace caso omiso a sus peticiones.
Cuentan que han tratado de hablar y concertar una reunión con la regidora de Seguridad Ciudadana de Palma, Joana Maria Adrover, en más de una ocasión, pero nunca llega a ocurrir.
Al parecer, una vez acudió un policía para recabar datos sobre lo que sucedía en la zona, pero la cosa no fue a más.
El día a día de los vecinos de Sant Ferrán se ha convertido en una cuenta atrás hasta agotar la paciencia de unos y otros. No saben cómo va a terminar, pero se temen lo peor.