“Estoy deseando pagarles pero ahora no puedo y menos aún si me hunden el restaurante”

Alicia Catalá | 24/03/2019

Las reseñas de Google hablan de un lugar agradable, romántico, mágico incluso, cuyo personal es amable y servicial. Los menús deliciosos y los vinos, perfectos. Buen ambiente, buen gusto, buena cocina… y prácticamente cinco estrellas en todos los comentarios.

Sin embargo, muchos de sus ex trabajadores, difieren. Cuatro de ellos quieren explicar su experiencia, pero prefieren mantenerse en el anonimato y sólo permiten a esta redacción publicar sus iniciales.

LA VERSIÓN DE LOS TRABAJADORES

RS mira la pantalla de su móvil. Está buscando un Whatsap. De repente da un respingo y se lleva la mano al corazón. “Él está en línea” dice “qué susto me he dado”. Ella era la encargada de sala del Rosetó, un bar restaurante que se encuentra en pleno centro de Palma.

RS empezó a trabajar en el local en marzo de 2018, cuando apenas se acababa de inaugurar. “Me fui en septiembre y he visto pasar, en todo este tiempo, a más de 60 camareros, gente que no duraba ni un día porque el acoso laboral del jefe era insostenible” explica. “A día de hoy me debe 2800 euros más el finiquito, fuimos al TAMIB pero sólo se hizo la víctima para poder fraccionar el pago en ocho mensualidades de las cuales sólo ha pagado la primera, del resto, nada"

Pero lo más importante no es el dinero sino el acoso laboral. “Desde el primer día y perdona por la expresión, ha estado dando por culo. Me hacía sentir inútil por tonterías, por coger una taza de una manera que no le gustaba o por colocar un plato diferente a como lo hacía él. Me cogía del brazo y me hacía agachar detrás de la barra para insultarme y decirme cosas como no tienes ni puta idea, imbécil”. RS recuerda que, cuando le anunció que se iba, el jefe la llamó “rata gorda” y le dijo “que no merecía cobrar ni un céntimo porque nunca había cumplido con el trabajo; nosotros, que hemos trabajado sin cobrar, hemos tirado para adelante para que el bar continuara”

SG empezó en mayo. A ella le debe cinco meses y el finiquito más días libres y festivos, unos 12000 euros en total. También asistió al TAMIB con su abogado pero en este caso “el jefe discutió con mi abogado y no hubo acuerdo”. SG asegura que ha recibido empujones y broncas, y la advertencia de tener que “sonreír” después de haber sido insultada. “No nos pagaba y encima nos trataba mal, siempre nos amenazaba y nos decía que si no nos gustaba ya sabíamos dónde estaba la puerta. Quería que nos fuéramos para no tener que pagarnos nada”

“En la entrevista" dice "las condiciones eran espectaculares, 40 horas semanales, dos días libres, un buen sueldo… se jactaba de que nos jubilaríamos con él… nada más lejos de la realidad, he trabajado más de diez horas al día y si ahora estuviera contratada, me darían la baja por depresión”. SG acabó hace un mes, pero aún tiene miedo y se siente muy insegura porque, a pesar de estar buscando otro trabajo “el daño psicológico, los insultos, los maltratos… han sido tantos que no sé si seré capaz de volver a trabajar de nuevo, tengo que hacerlo, pero me paraliza la idea de encontrarme de nuevo en esta situación”.

La denuncia que interpuso por impago puede llegar a alargarse de dos a nueve meses. “El día que a él le embarguen, yo cobraré mi dinero”.

Para SS, otro ex trabajador, “hay que tener mucho hígado para aguantar esta situación y lo peor de todo es que esto es una estafa, sigue colocando anuncios buscando personal, hace contratos de obra y servicio, rota constantemente a los camareros y, que yo sepa, tiene al menos 12 denuncias en el TAMIB”. Él asegura, además, que les acusaba reiteradamente de robar género y que trataba de sembrar cizaña entre los compañeros. “Divide y vencerás, creo que lo hacía para que perdiéramos la fuerza del grupo”.

AG no cobraba desde octubre. “Un día" recuerda "me hice daño en el trabajo, se lo comuniqué a él para que me hiciera el parte y me fui a la Mutua. Allí se negaron a darme la baja o a atenderme porque en el parte él había puesto que la lesión no me la había hecho allí, que no era un accidente laboral”. La Seguridad Social tampoco quiso cubrirlo así que, teniendo el brazo lesionado, tuvo que seguir en el trabajo. “Y encima de todos los meses sin cobrar, de darle la vida, de dejarme la piel; en febrero me llega la noticia de que me han despedido, a mí y a todos, pero ni siquiera me lo dice él, simplemente me llega un mensaje de la Seguridad Social. Tengo un hijo de siete meses y una ansiedad que me tiene tomando pastillas, nunca imaginé que esto pasaría”

LA VERSIÓN DEL DUEÑO

Crónica Balear se ha puesto en contacto con la persona objeto de tantas acusaciones. Asegura que los trabajadores no respondieron bien en su momento, que no supieron trabajar como era necesario que hicieran para sacar el restaurante adelante y que los primeros meses fueron muy duros. "A RS, dice, la puse al frente de varios departamentos: organización de horarios, proveedores... no funcionó, luego la pasé a eventos, tampoco... todo le superaba, todo le estaba grande".

En cuanto a la lesión de AG, asegura que "no he cambiado ningún parte, eso no se puede hacer, si los médicos consideraron que no estaba lesionado, para eso son médicos y encima un día me acorraló con otro compañero con la intención de pegarme".

El director del centro, que no nos autoriza a publicar ni su nombre ni sus iniciales, afirma que ha sido un año duro en el que, efectivamente, no podía pagar todas las mensualidades pero que "los camareros ni fueron profesionales ni supieron entender las necesidades de un local que estaba a punto de despegar y que, de hecho ahora, lo está haciendo".

Preguntado por supuestos malos tratos en el trabajo, menea la cabeza pero no contesta. "Lo han convertido en algo personal, y yo estoy deseando pagarles. A uno le debo 1200, a otro 800, a otro 2000...estoy deseando pagarles pero ahora no puedo y menos podré si hunden el restaurante".

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