Cariño y miedo en el paraíso filipino donde mataron al español Diego Bello

EFE | 08/01/2023

Vista de la casa donde Diego Bello vivió s con su pareja. EFE

Con cariño y "mucha tristeza". Así recuerdan los residentes de Siargao a Diego Bello, el surfista y empresario español asesinado presuntamente por tres policías hace este domingo tres años en esta paradisíaca isla al sur de Filipinas.

Sin embargo, el miedo y la cautela se imponen en torno a las circunstancias del caso, ya que los tres agentes de las fuerzas del orden acusados del asesinato siguen huidos de la justicia y el propio Bello fue amenazado poco antes de su muerte por un influyente político local.

Tres años más tarde, muchos vecinos prefieren no hablar sobre el asesinato, o lo hacen desde el anonimato, en esta isla de flora exuberante y playas de arena blanquecina donde palmeras encorvadas casi tocan las aguas del Pacífico.

Los locales donde Diego regentaba una discoteca, La Santa, y una tienda de ropa se encuentran ahora abandonados a unos 200 metros de su antigua vivienda en la localidad de General Luna, donde fue asesinado a tiros a sus 32 años.

Diego era un buen chaval, tenía una energía muy positiva”, rememora Jerson (39 años) -que prefiere ocultar su apellido- en Cloud 9, la playa predilecta del surf al este de Siargao donde conoció surfeando al español.

Diego Bello, nacido en La Coruña en 1987, llegó en 2017 a Siargao, en la región de Mindanao, y decidió quedarse para construir una vida en torno al surf, la naturaleza y la diversión que ofrecía esta recóndita isla tropical en plena explosión turística.

Aquí Diego emprendió con éxito varios negocios, entre ellos una tienda de surf, un hostal y una discoteca; la vida le sonreía, sus negocios florecían y él seguía disfrutando del surf, que nunca dejó de lado, según relatan sus amigos.

Pero la madrugada del 8 de enero de 2020 todo acabó de manera violenta e inesperada: Bello murió acribillado a balazos en una supuesta operación policial antinarcóticos cuando volvía de trabajar en su discoteca.

Los agentes acusaron al emprendedor español de ser un “narcotraficante de alto valor” y defenderse con una pistola, premisa bajo la que justificaron la violencia de la operación.

Sin embargo, la mayoría de los que conocían a Bello en Siargao, que nunca lo vieron vendiendo drogas ni mucho menos portando una pistola, desecharon desde el principio la acusación policial.

En marzo del año pasado, dos años después de su muerte, los policías que orquestaron la operación fueron acusados del asesinato del empresario español por un tribunal, que emitió una orden de arresto.

Los acusados, el capitán Vicente Panuelos y los sargentos Ronel Azarcón Pazos y Nido Boy Esmeralda, no se presentaron ante el tribunal y se encuentran en paradero desconocido, según las autoridades.

CUANDO EL PARAÍSO SE CONVIERTE EN INFIERNO

Diego, que jugó en las categorías inferiores del Deportivo de La Coruña, se quedó prendado de las playas de Siargao donde las grandes y constantes olas atraen cada año a miles de turistas de todo el mundo.

"Surfeaba mucho con nosotros, nunca tuvimos ningún problema con él. Siempre tenía una sonrisa y una broma para todo”, recuerda Keivi, otro surfista filipino de 31 años que lleva afincado en Siargao más de una década.

Con su simpatía natural, una sonrisa embaucadora y varios negocios florecientes, Bello se hizo rápidamente conocido en la isla, pero eran tiempos peligrosos.

Según sendos informes de la Comisión de Derechos Humanos y la Oficina de Inteligencia Filipina (NBI), los policías asesinaron a Bello “aprovechando su posición de poder” en el marco de la "guerra contra las drogas".

Esta polémica cruzada contra el narcotráfico del expresidente Rodrigo Duterte (2016-2022) provocó miles de muertos en medio de la impunidad policial y está siendo investigada por posibles crímenes de lesa humanidad por la Corte Penal Internacional.

“Escuché los disparos y me desperté sobresaltada”, relata May V., propietaria de la casa donde vivía desde hacía un mes Diego con su pareja, y que reside en la casa contigua. “Los policías iban encapuchados, no se identificaron y no me dejaron salir a ver qué había pasado”.

Unas declaraciones congruentes con el informe de la NBI, que afirma que los policías manipularon la escena del crimen y colocaron una pistola junto al cuerpo del empresario.

Situada entre la playa y la carretera principal de General Luna, la casa austera donde vivía Bello está siendo reformada, pero un agujero de bala que perforó la valla metálica que delimitaba su casa sigue visible a día de hoy.

Bello saltó la valla intentando huir, según relatan sus vecinos, pero fue abatido finalmente por los agentes y los seis disparos que recibió acabaron con su vida.

SILENCIO Y TEMOR

Estos mismos vecinos, que hablan bien de Diego a pesar de haberlo tratado poco y se muestran muy dispuestos a explicar lo que vieron aquel fatídico 8 de enero del 2020, guardan silencio cuando son preguntados si creen que alguien dio la orden de matar a Diego.

Apenas unas semanas antes de la operación policial, el joven y entonces gobernador de la vecina provincia de Camarines del Sur, Migz Villafuerte, amenazó de muerte a Diego y a su socio en La Santa tras quejarse del ruido de la discoteca.

"¿No sabes quién soy? ¡Puedo dispararos y haceros desaparecer en el manglar!", espetó Villafuerte, que ahora es congresista, al socio de Diego en referencia a él y el español, aunque éste no se encontraba entonces en Siargao, según el informe de la Comisión de Derechos Humanos.

Sin embargo, ni sus amigos extranjeros, que todavía tienen negocios en la isla, ni algunos de sus extrabajadores, ni los surfistas que compartieron olas con Bello prefieren opinar sobre si hubo una orden superior.

Una abogada de la Comisión de Derechos Humanos, Gerlyn V. Gamolo, admitió a EFE esta semana que no saben "si la Policía Nacional Filipina o la NBI están trabajando esta línea de investigación" de una posible orden superior.

La comisaría de Siargao que dirigía Panuelos, presuntamente uno de los tres verdugos del español, no respondieron a las preguntas.

Tres años después, el presunto asesinato de Bello a manos de las fuerzas del orden del Estado filipino sigue siendo un misterio del que nadie en Siargao quiere opinar.

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