Prometió no olvidar lo ocurrido con la mano de su hija y le reconocen 40.956 euros de indemnización

Alba González | 17/03/2018

Prometió que no olvidaría lo que le había ocurrido en la mano a su hija pese a que nadie quiso asumir ninguna responsabilidad pero la máxima instancia judicial de las islas (el Tribunal Supremo) le ha dado la razón y ha reconocido su derecho a obtener una indemnización de 40.956 euros por las lesiones sufridas por la pequeña.

LOS HECHOS TUVIERON LUGAR EN CAP FALCÓ (CALVIÀ)

La Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Baleares (TSJIB) ha reconocido una indemnización de 40.956 euros para los padres de una niña que se cortó con un cristal en la Playa de Cap Falcó (Calvià, Mallorca).

En concreto, el TSJIB ha estimado el recurso presentado por los padres de menor, que en el momento de los hechos tenía tres años, contra la resolución del Ayuntamiento de Calvià que desestimaba la reclamación.

No obstante, el TSJIB no ha condenado al Ayuntamiento a hacerse cargo de la indemnización, sino al empresario titular de la concesión de un kiosko bar ubicado en la mencionada playa.

Los hechos tuvieron lugar en junio de 2011. La menor se cortó en la mano derecha con un vidrio cuando jugaba en la playa y fue inmediatamente auxiliada por un guarda forestal que se encontraba por la zona. Seguidamente acudió la Policía Local de Calvià y fue evacuada al Hospital Son Espases.

Los médicos le diagnosticaron una sección completa de tendones flexores superficiales en los dedos, que requirió de una intervención quirúrgica. Como consecuencia, estuvo hospitalizada durante cinco días y le quedaron secuelas -limitación de la movilidad y de las articulaciones- además de perjuicio estético.

Por ello, en agosto los padres presentaron una reclamación de responsabilidad patrimonial ante el Ayuntamiento. Indicaron que el corte se lo había hecho con una botella de vidrio rota enterrada en la arena de la playa, por lo que consideraban que la responsabilidad incumbiría al Ayuntamiento por incumplir su deber de vigilancia, limpieza y control de la playa. También señalaban como responsables civiles solidarios al concesionario del kiosko bar y a su entidad aseguradora.

El Ayuntamiento rechazó la reclamación en septiembre de 2013 y el kiosko bar también se opuso alegando que sólo se servían bebidas en envases de plástico.

LOS TESTIGOS FUERON CLAVES

Para resolver la reclamación, los magistrados del TSJIB han considerado como determinantes las declaraciones de los testigos, puesto que no se conservó el cristal con el que se cortó la menor.

Uno de los testigos precisó que la niña se había cortado con un cristal de color blanquecino transparente cuando jugaba en la arena a unos cuatro o cinco metros del agua, y señaló que no sólo había un cristal sino varios, que fueron retirados por los empleados del kiosko bar tras el accidente. Otro testigo también afirmó que en el kiosko bar habitualmente se servían bebidas en botellas y vasos de cristal.

Para la Sala, esto desvirtúa la versión de la parte demandada, sobre que la niña encontrara el cristal cuando jugaba en la zona de rocas o que extrajera la botella del interior del mar.

Dado que en la playa sólo hay un kiosko bar, los magistrados concluyen que es "altamente probable" que el cristal con el que se cortó la niña procediera de éste.

Finalmente, el TSJIB señala que el concesionario de la explotación del kiosko bar es el responsable del servicio de mantenimiento y limpieza de la playa, que se debe llevar a cabo diariamente. Consideran que no cumplió con esta obligación puesto que no había "un esporádico cristal transparente", sino varios y de distintos colores.

CRÓNICA BALEAR ENTREVISTÓ A LA MADRE DE LA PEQUEÑA EN MAYO DE 2017

La madre de la pequeña que sufrió las lesiones fue entrevistada por este digital en mayo de 2017 y el relato que la mujer dio sobre lo ocurrido es, en algunos momentos, estremecedor.

¿Qué sucedió en la playa aquel fatídico 19 de junio de 2011?

Decidimos pasar el día entero en la playa. Llegamos sobre las diez y mi niña, de tres añitos por aquel entonces, comenzó a jugar en la arena. Estaba haciendo castillos y entraba y salía del agua sin parar. Hora y media después, con las manitas ya arrugadas por la humedad, ocurrió lo peor. Estaba junto a ella, metió arena en el cubo y al ponerse de pie se cayó para atras; la arena le salpicó en los ojos y cuando levantó la mano para limpiarse, vi la sangre. Había por todo. Me quedé en shock. Segundos después nos dimos cuenta de que se le veían los huesos y los tendones. Fue terrible.

¿Viste con qué se había cortado?

Sí, vi el trozo de cristal. Era un trozo de botella rota sobre la arena de la playa. El culo de una botella de cerveza. Una de las razones por las que hemos perdido el juicio es porque según ellos, no entienden por qué no lo cogimos. Qué rabia. Si ves a tu hija de tres años sangrar como sangraba la mía, no piensas en ningún cristal, ni siquiera sabíamos que íbamos a denunciar lo ocurrido. Me siento totalmente ultrajada.

¿Cómo actuaron los responsables de la concesión del restaurante de la playa?

Teníamos a la niña envuelta en una toalla mientras un amigo fue a pedirles el botiquín. Pero no tenían, por asombroso que parezca. Por no tener, no tenían ni tiritas. Sólo agua oxigenada y alcohol. Y mi hija no paraba de sangrar. Ya empezó a hacer cosas raras, la sangre le salía disparaba, estaba perdiendo demasiada.

¿Acudió alguien en vuestra ayuda?

Varios testigos que vieron lo ocurrido se acercaron a nosotros. Alguien llamó a la ambulancia pero cuando llegó nos comunicaron que no podían bajar hasta la playa. Teníamos que subirles a la niña. La toalla ya estaba encharcada en sangre. Me decidí a subirla en brazos y justo en ese instante apareció un guarda forestal. Él fue quien le hizo la primera cura, y tras ver la herida, nos dijo que subiéramos enseguida a la ambulancia. Los servicios de emergencia realizaron una gran labor, cuando llegamos arriba habían despejado todo el tramo para poder partir con rapidez. En la ambulancia, la niña se quedaba dormida. “Mantenla despierta”, decían. Llegamos a urgencias con el corazón en un puño.

¿Qué ocurrió en el hospital?

No pudo entrar en quirófano hasta por la tarde, era imposible verle la mano tal y como estaba. El traumatólogo fue un ángel, nos ayudó en todo momento. Cuando la puerta del quirófano se cerró, no volvió a abrirse hasta más de siete horas después. Cuando vi la cara del médico, supe que no eran buenas noticias. Nunca olvidaré sus palabras: “Tiene seis tendones seccionados, una arteria y un nervio. Pasarán años hasta que se recupere”.

Han pasado ya seis años desde aquel momento y la hija de Marilén aún no ha recuperado la movilidad de la mano. Según el informe pericial, sus secuelas están valoradas en 9 sobre 10. Año tras año, Marilén ha invertido el dinero familiar en médicos, informes y procesos judiciales. Una batalla que no logra ganar a pesar de tener varios testigos a su favor y demostrar, por sí misma, que la concesión del restaurante de Cala Falcó servía cristal a sus clientes en la arena. Nada de eso ha bastado.

¿Cuando decidiste denunciar el caso?

Fue gracias al traumatólogo. Nosotros ni nos lo habíamos planteado. Nos dijo que tenía hijos y que las playas debían ser lugares seguros. Tras dos días en la UCI y cinco ingresada en planta, nos dieron el alta, fue al empezar las curas cuando nos dio su opinión al respecto. Incluso se ofreció a testificar. Decidí hablar con mi abogado. “Si demuestras que el dueño sirve cristal en la playa, lo denunciamos”, me dijo. Y eso hice. Fui con mi marido y mi padre a la playa y realicé un reportaje fotográfico que testificaba lo que estaba ocurriendo. Algo totalmente prohibido en una playa o piscina pública. Ellos lo sabían. Trataron de echarme de la playa al verme con la cámara de fotos, pero no me amedrenté.

¿Qué alegó el responsable del chiringuito en su defensa?

Que la botella podría haberla puesto un “guiri” segundos antes de que mi hija se cortara. Claro, a las once de la mañana. No se lo cree ni él. Intentamos llegar a un acuerdo y que llamara a su seguro de responsabilidad civil pero se negó en rotundo. Por eso, no tuvimos más remedio que denunciar al Ayuntamiento de Calvià. Esa concesión no se estaba llevando a cabo correctamente y era un peligro para todos los usuarios.

Y fuisteis por vía penal…

Sí, pero para lograrlo tuve que renunciar a muchas cosas. Llevaba años ahorrando para celebrar mi boda; ya tenía la fecha, el lugar, las invitaciones, todo. Pero necesitaba miles de euros para llevar el tema a juicio. No dudé. Cancelé la boda y seguí adelante.

Pero el juzgado no os ha dado la razón…

No, y estoy indignada. No me lo puedo creer. Sé que influye el hecho de que estamos luchando contra el ayuntamiento más grande y poderoso de toda Mallorca. Pero no es justo. Hemos recibido una sentencia hecha por un sustituto que se ha dedicado a copiar y pegar textos de otros casos. No han argumentado nada para eludir la responsabilidad. Por eso voy a recurrir.

¿Qué irregularidades crees que ha habido?

De todo. Si basta con leer sus declaraciones. Se tapan unos a otros. Se contradicen. Han dicho incluso que trataron a mi hija con el botiquín del chiringuito o que el propietario se encontraba allí. Todo mentiras. Mentiras que he podido demostrar, porque incluso localicé al guarda forestal que había atendido a la niña. Me costó horrores hacerlo. Y fue gracias a una persona de dentro que quiso hacerme el favor. Al parecer, les prohibían darme información.

Durante este largo proceso judicial, la concesión de Cala Falcó se cerró durante todo un año debido a que se probó la celebración de fiestas ilegales en el lugar. Alcohol y cristales los sábados por la noche. Ni siquiera ese hecho, ha ayudado a Marilén a conseguir la indemnización para su hija. Los daños de su mano, que todavía no puede mover bien, se valoran en más de 25.000€, sus padres solicitan 15.000€ más por los daños morales causados durante el desarrollo de la niña. Pero la justicia no les ha sonreído. Ahora, sólo queda el Supremo.

¿Por qué arriesgarlo todo a una última carta?

Nos ha costado tomar la decisión. Sobre todo por motivos económicos. Pero ya estamos condenados a pagar más de 10.000€, aunque me tocara pagar 6.000€ más, voy a seguir luchando hasta que se haga justicia. No quiero el dinero para mí. Quiero que mi hija pueda ir a la universidad con su dinero. Que si tiene problemas en la mano, cuente con los recursos que merece. No pienso dejarme vencer. Sé lo que ocurrió y sé de quien es la culpa. Sé que el cristal que destrozó la mano de mi hija fue fruto de una ilegalidad y una imprudencia. Mi deber como madre es luchar hasta el final.

Marilén derrama lágrimas de frustración e impotencia. Sabe que todavía le queda un largo camino.  El recurso ha sido presentado en el Tribunal Supremo, y ahora, llega de nuevo la espera. No pierde la esperanza. Ni las ganas de luchar. Y cuando pierde las fuerzas, le basta con volver a mirar la mano de su hija.

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