¿Por qué se separan muchas parejas cuando tienen hijos?

Ana M Longo | 01/03/2020

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Seguramente muchas de nosotras -antes de convertirnos en madres- hemos escuchado eso de: “Un hijo une”. Pues hay que precisar: “Une en algunas ocasiones”. Los hijos no aseguran la felicidad a las parejas. Se deduce entonces que muchas deciden poner punto y final a su relación cuando se convierten en madres. Es bonito tomar la vía de la maternidad o paternidad. Sin embargo, algunos matrimonios se separan cuando quien llega se convierte en el centro de sus vidas, alterando el esquema vital que habían conformado.

Hombre y mujer que deciden compartir sus vidas llegan a estar mucho tiempo solos, a realizar actividades juntos y a conversar con tranquilidad. Llegar a encajar con alguien no es sencillo y cuando eso ocurre se genera una estabilidad emocional. Amoldarse a rutinas, horarios, planes diarios es gratificante para el equipo de dos. Decidirse a dar un paso más allá en la relación ha de producirse cuando la pareja funciona y no hay cabos sueltos. Ambos en sus plenas facultades deben apostar por ello.

Parejas sin hijos que se precipitan, se separan

 Es normal querer avanzar en la relación y dar pasos a la par. No obstante, deben darse en el momento adecuado. Decidirse a tener hijos no puede hacerse a la ligera y sin balancear diversos aspectos. Es importante tener una mínima estabilidad económica para poder criar y educar al niño que llegará. Importa la madurez y tener claro que la pareja se encuentra en un buen momento, sin losas pesadas, con amor y respeto. Ambos han de encontrarse seguros de la decisión y no precipitarse.

Será un error decir “sí” para satisfacer al hombre o a la mujer. Tener hijos es algo de por vida y conlleva serias responsabilidades y obligaciones. Lo que los padres ignoran es a lo que tendrán que hacer frente con un bebé. Se espera de ellos que sepan ejercer desde el primer momento. Se considera a la madre como la principal cuidadora y con esto se causan dos situaciones: que el hombre se sienta apartado y que él mismo decida permanecer en un puesto más cómodo.

Padre y madre deben enfrentarse a una situación nueva y extenuante, sobre todo los primeros meses. Pasarán de tener momentos para ellos, descansar, disfrutar y centrarse el uno en el otro, a apenas poder dormir e interactuar entre ellos. Muchas parejas se precipitan habiendo idealizado previamente la situación. Con hijos, todo es muy bonito. Pero quien no lo analiza con madurez acaba por no saber enfrentar correctamente el momento.

Nadie dice la verdad de la paternidad/maternidad

La gente desde fuera recomienda a la pareja que se conviertan en padres. Les dicen lo gratificante que será y que compondrán una familia envidiada. Sería coherente hablar con propiedad y desde la honestidad, contando lo bueno y lo duro. Eso evitaría que algunas parejas se aventurasen sin conocer las consecuencias.

Un hijo da alegrías y mucho amor. Pero no está de más decir lo menos positivo. Cuando el hijo llega el cansancio se ceba con la madre, sobre todo. Sale del hospital agotada sin la opción de llegar a casa y dormir durante horas.

El bebé querrá comer –si es leche materna, el padre no podrá hacer nada- y así cada hora. Cambios de pañal, llantos hiper-agudos, lavadoras… Además la familia que va de visita y no deja espacio y tiempo de adaptación a los nuevos padres, el padre que no logra comunicarse con su pareja o la inmersión en los nuevos horarios.  El desgaste físico y emocional de la madre hace estragos en su ánimo y apenas puede ducharse y arreglarse tranquilamente.

La monotonía se va instaurando en la pareja. Es difícil cuadrar un momento para compartir algo que no tenga que ver con el niño. Los primeros meses, salir a tomar algo ,como máximo, se vuelve una odisea. Se repite sucesivamente: levantarse porque hay que mecer al niño, se ha hecho pipí o caca, tiene que comer o está disgustado y hay que irse porque si hay alguien más no se le va a hacer ni caso. La desesperación se aparece con frecuencia.

La pareja pasa a un segundo lugar

Inevitablemente, con el desorden en casa y la desorganización mental, los padres se sienten perdidos y se separan. Por otra parte, hay parejas que logran ver la parte positiva y hacen un buen equipo. Probablemente sea la madre quien se haga cargo en su totalidad del niño –dentro de sus semanas de permiso por maternidad si trabajase- mientras es muy pequeño y se forja el vínculo. Con lactancia materna es inevitable. Hay hombres que cuando llegan a casa del trabajo, ayudan y ejercen su labor de padre.

Como decimos, los primeros meses –incluso el año- son cruciales y, por norma general,  el hijo es muy dependiente de la madre. El padre se mantendrá más apartado y probablemente a la madre no le queden opciones. El hijo está desvalido y ella es su cuidadora de referencia. Cuando la reclama, ella acude sin dudarlo. Incluso a la hora de dormir, es muy probable que le tenga al lado de su cama o incluso duerma con él.

Comunicar los sentimientos es muy importante en la pareja. Si previamente se habían establecido unas pautas de actuación, pueden intentar seguirse en conjunto, como lo de practicar colecho. No obstante, no hay que olvidar que tras nacer el hijo, todo puede dar un giro. Se pensaba que el niño dormiría con la televisión de fondo y la luz del día y luego ocurre que al mínimo paso o rayo de luz se desvela.

El padre querrá acurrucarse con su mujer en la cama. Sin embargo, el bebé –el que ambos creían podría dormirse con los dos- solo se duerme con su madre o en el pecho. Y sí, frustración, golpe de realidad y enfados entre ellos. Los hijos representan un reto diario y de por vida.

Se separan y dividen los sentimientos y todo cambia

La madre -mientras no trabaja- ocupa el cien por cien de su tiempo con el bebé, y así durante meses. Está cansada y recibe reproches. Algunas tienen algo de ayuda familiar, por esto hay un porcentaje de parejas que logran sobrevivir y salir en ocasiones a respirar, antes de regresar al hogar. Otras, viven solas y mientras el bebé no va a la guardería, colegio o come por sí mismo, no retorna el orden.

Mujeres y hombres hablan de hijos y educación. Pero comienza el distanciamiento, discusiones por modos de actuar diferentes, el estrés, el cansancio y el golpe de verdad ante lo que es, causa una separación en muchos aspectos. Nadie puede prever qué clase de padre o madre será una vez su hijo haya llegado.

Hay padres que se involucran mucho, otros delegan. Algunos prefieren tener su momento de desconexión y dejarlo con una niñera o persona de confianza. Otros consideran que, mientras sea pequeño, no quieren despegarse de él, porque lo ven muy desvalido.

Sea como fuera, hay parejas que no logran superar la etapa inicial y se separan. Los comienzos, el ver cómo ambos cambian, cómo lo que les unía se ha evaporado y el contacto físico disminuye es difícil. Su juventud se va apagando entre reproches, lloros y canciones de cuna. Los hombres que dejan de ver a su mujer como su amante y ven a la madre, llegan a no comprender lo que está sufriendo por sacar adelante su responsabilidad.

Se exige a la mujer que sea la de antes, sin dormir y con una persona a su cargo 24 horas al día. Quizás convendría ser más paciente y comprensivo, pensar que esta situación se ha decidido entre dos. Poner de ambas partes y tener calma será la clave porque todo pasará, incluso se extrañará.

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