Increpan en S'Arenal a una madre y a su hijo con autismo por salir a la azotea para distraerse

Esther Ballesteros | 25/03/2020

Policía Local vigilando la Playa de Palma durante el confinamiento.

La madre de un niño con autismo ha decidido hacer público el episodio discriminatorio que ha sufrido estos días con un vecino de su finca, en S'Arenal. Éste arremetió contra ella cuando la mujer, con el permiso de la comunidad, decidió subir con su hijo a la azotea para que pudiera distraerse y evitar así bajar a la calle en pleno estado de alarma por el COVID-19.

Tal y como relata, el incidente que vivió le hizo "saber y sentir" que, si bien durante estos días de confinamiento "en muchos casos está saliendo lo mejor de las personas, existen excepciones, como han existido siempre" y como le ha sucedido a ella.

Aunque a las personas con discapacidad y con alteraciones conductuales -como los afectados por un trastorno del espectro autista (TEA)- les ampara la Ley después de que el Gobierno ampliase el Decreto que regula el estado de alarma para que puedan realizar los desplazamientos que necesiten, la vecina de S'Arenal optó por buscar una alternativa para evitar posibles molestias.

"Mi hijo Marco, de tres años y con trastorno del espectro autista, y yo subimos a la azotea de casa con permiso de la comunidad a jugar media horita. No llevábamos ni 10 minutos cuando subió un vecino y, sin más, me dijo en un tono bastante asqueroso que si este lugar se había convertido en un patio de juegos", narra la afectada.

Tal y como explica, intentó calmarme e informarle de que Marco tiene síndrome de Asperger, un trastorno del espectro autista, y que tenía permiso para salir a la azotea "con la ley en la mano" y con la autorización de la mayoría de los vecinos. Éstos, de hecho, le habían dieron las llaves de arriba para que no tuvieran que salir a la calle o utilizar otras zonas comunes con más afluencia de vecinos. "Y a la azotea no sube nadie", puntualiza.

"Los vecinos, al conocer las dificultades de mi hijo, hicieron ese gesto con nosotros para ayudarnos a Marco y a mí", comenta. No obstante, según afirma, también le dijo a su vecino que si a esa hora en particular le molestaban porque necesitaba descansar "nos íbamos y vendríamos cuándo a él le fuera bien".

Y ello a pesar de que, aclara, el niño "no hacía ruido para nada. Sólo estaba sentado viendo los pájaros e imaginando que el patio de luces era un reloj (son su obsesión). Cantó alguna campanada y eso es todo. No corría, no saltaba. Sólo lo subí para que se despejara y que le diera un poquito el sol".

Sin embargo, lejos de intentar comprender la situación de madre e hijo, el vecino le respondió que si el niño tenía problemas "lo llevara a la calle, que no era su problema. Que él no quería sentir los pasos de nadie en su techo. Que él no tenía el problema, que lo tenía yo y que me fuera".

"Yo le dije que no iba a discutir con él (raro en mí) y que si lo veía oportuno llamara a la Policía", prosigue la madre. Y así lo hizo. A los cinco minutos se personó en el lugar una patrulla de la Policía Local, cuyos agentes subieron a la terraza para ver qué sucedía.

Tal y como relata la mujer, les aportó toda la documentación de su hijo relativa a su diagnóstico. Tras ello, los policías bajaron a decirle al hombre que todo estaba en regla y que la madre del niño había aportado todo lo necesario para poder estar en la azotea sin molestar.

Y continúa: "ellos vieron lo que hacía mi hijo, pues se quedaron con él mientras yo bajaba a casa a por los papeles. Viendo que mi hijo no quería bajar intenté llevarlo conmigo a por la documentación y ya entró en crisis".

Fue después de hablar con el vecino, "por no llamarle otra cosa", cuando la Policía volvió a subir y le pidió a la madre que se fuera de allí. "Yo ya estaba recogiendo mi hijo ya que después de la escena no estaba bien. Alegaron que, por favor, lo hiciera por ellos pues este señor carecía de empatía y corazón e iba a estar llamando cada 10 minutos".

Explica que, como en el Decreto por el que se regula el estado de alarma "hay algunos vacíos legales en relación con las personas con autismo, me aconsejaron, avergonzados -porque ellos sí empatizaban con nosotros-, irnos a la calle, a un lugar apartado y que allí Marco pudiera salir 10 minutos".

"'Es triste', me dijeron, 'pero gente así hay por todos lados y lo mejor es evitar problemas, que bastante tiene usted y nosotros no queremos molestarla más'". "Me dieron consejos, esperaron a que Marco se calmara y se fueron. Es triste, sí, muy triste, pero esto pasa y seguirá pasando. El confinamiento no hace mejor a quien nunca fue mejor. La discriminación existe y existirá siempre. La empatía, la solidaridad de corazón no se entrenan con un mes de aislamiento".

"Gracias a Dios pude controlar mi carácter fuerte y conseguí no enseñar a mi hijo lo que es la violencia. Porque ganas no me faltaron para acabar con la discusión de otro modo. Pero sentí un dolor tan grande, una impotencia tan desgarradora, que sólo pude abrazar a mi hijo y dar las gracias a la Policía Local, después se interesó por cómo había pasado la tarde el niño y me aconsejaron lugares donde, extremando las medidas, por supuesto, podía llevar a Marco", sentencia.

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