Emotivo recibimiento de sus vecinos a una mallorquina tras recuperarse del coronavirus

Lara González | 26/04/2020

Magdalena es una superviviente. La crisis del coronavirus está repleta de historias conmovedoras, aunque muchas, sin un final feliz. Sin embargo, a veces y con un aire de esperanza, la vida nos brinda testimonios, como el de esta mallorquina, que empujan a seguir viviendo. Sin duda, es una de esas historias que merecen ser contadas.

Magdalena ha vivido un mes, de todo, menos aburrido. En gran parte, el humor y la serenidad que desprende esta vecina de Palma han sido los grandes amenizantes de su enfermedad.

Esta mujer, una mallorquina de 58 años, ha estado casi un mes hospitalizada en Son Llàtzer. "Empecé a tener un poco de fiebre, aunque parecía una gripe normal. Luego me empecé a cargar y al tercer o cuarto día de estar en casa, con una fiebre que no bajaba, llamé al 061. Estuve varios días llamando, pero no venían a buscarme", explica Magdalena a Crónica Balear.

Su marido también pasó el coronavirus, aunque a él solo le afectó como una gripe normal. Pero Magdalena seguía empeorando, hasta casi no poder respirar. "Me faltaba el aliento. Mi marido volvió a llamar unos días más tarde, cuando ya no podía ni moverme y vinieron dos médicos vestidos como dos astronautas. Yo no recuerdo nada de esto, me encontraba muy mal y me sentía evadida", cuenta la mallorquina.

"El médico le dijo a mi marido que preparara a mi familia, ya que era muy probable que no sobreviviera"


La ambulancia la llevó al hospital de Son Llàtzer y esa misma noche la ingresaron en la UCI. "Ya no recuerdo nada más. Estuve 10 días sedada. Hasta el quinto día rechazaba la medicación. El médico le dijo a mi marido que prepara a mi familia, ya que era muy probable que no sobreviviera", cuenta emocionada.

Sus pulmones no funcionaban, Magdalena tiene bronquitis crónica. Por ese motivo, la mallorquina piensa que el coronavirus "la devoró". A su familia le reconfortaba que ella estuviera sedada, ya que "al menos no me enteraba y no sufría", explica.

Al sexto día de estar ingresada y de no reaccionar a la medicación, los médicos propusieron comenzar con una medicina experimental, un medicamento nuevo. "Mi marido les dijo a los médicos que me dejaba en sus manos y que hicieran lo que pudieran para salvarme", cuenta.

El nuevo tratamiento comenzó a hacer efecto y al día siguiente llamaron a los familiares de Magdalena para comentar su evolución. Ya le había bajado la fiebre y estaba aceptando la medicación. "Me han contado que mi marido al recibir esa primera noticia de esperanza salió a la terraza a bailar. Yo aún estaba en peligro, pero fue una gran fuerza", explica.

"Los sanitarios son estupendos. Si uno era amable, el otro lo era más"

Al décimo día ya abrió los ojos. Contactó con sus más allegados a través de videollamadas, aunque no podía hablar, porque estaba entubada. "Estaba enchufada de por todo. Tenía vías por todo el cuerpo, incluso en las piernas", narra.

Cuando despertó, Magdalena no era consciente de todos los días que había pasado en el hospital, pero no se extrañó de estar en la camilla. Cuenta que durante las jornadas que estuvo sedada, soñaba con los sanitarios trabajando.

A partir del décimo día, la evolución de Magdalena empezó a mejorar de manera exponencial. Le comenzaron a quitar los respiradores para que sus pulmones empezaran a trabajar por sí solos. Después de un par de días, con oxígeno por la nariz, la subieron a planta, donde estuvo 17 jornadas más ingresada.

Magdalena está muy contenta con el trato de los sanitarios y, sobre todo, por su profesionalidad. "Son estupendos. Si uno era amable, el otro lo era más", cuenta emocionada.

Cuando la trasladaron, no podía ni andar, ni levantar las manos. Pero en cuestión de días empezó a mejorar y, al ver que ya podía manejarse por sí misma, los médicos consideraron darle el alta.

La doctora le comunicó la noticia de que le iban a dar el alta cuando estaba haciendo una videollamada con su marido

"El segundo día de estar en la planta me dio un bajón. Solo pensaba en lo mal que lo debía estar pasando mi familia y no paraba de llorar. Yo no me había dado cuenta de lo que había pasado, pero sí del sufrimiento de mi familia, de mi marido y de mi madre... Pero luego yo misma pensé que no podía ponerme tan negativa", recuerda esta luchadora.

Desde ese momento, Magdalena cambió el chip y comenzó a verlo todo de otro color. "Yo tengo que luchar. Quiero salir de aquí. He tenido mucha suerte. Voy a dar gracias a Dios todos los días por haber vuelto a nacer", eran las premisas que rondaban en su cabeza para seguir adelante.

El humor empezó a ser una válvula de escape para sobrellevar los días con energía y tranquilizar a sus más allegados. Sus familiares cuentan que la mallorquina no perdió la risa en ningún momento. "Yo les llamaba y les explicaba que en el hospital me trataban como a una reina, que era como estar de hotel: me daban de comer, me duchaban, me daban paseos... qué más quería. Y, al escuchar esto, mis familiares se ponían a reír", explica feliz.

"Cuando entró la doctora para darme la noticia de que me daban el alta, estaba haciendo una videollamada con mi marido. Así que le dije que le tenía que colgar. Pero la doctora me dijo: 'no cuelgue que quiero conocer a su marido'. Y nos dio la noticia a los dos a la vez. No podía estar más feliz", relata la mujer.

Los propios sanitarios le han explicado a Magdalena que ha sido toda una vencedora y que ha ganado dos batallas: la de la neumonía y la del coronavirus. La doctora le recordó que había estado en una situación muy crítica: "Has salido de dónde poca gente lo hace".

Magdalena tiene una segunda oportunidad de vivir, y no la va a desaprovechar

Después de casi un mes, con 14 kilos menos, pero con un gran motivo para seguir luchando y valorar la vida, Magdalena ha regresado este viernes a su casa. Ese día sus vecinos le hicieron un recibimiento por todo lo alto, repleto de emoción, entre aplausos y pancartas.

Es una segunda oportunidad para vivir y quiere aprovecharla al máximo. A su familia le ha dicho que a partir de ahora soplará las velas dos veces al año. "La primera, el 3 de abril, que es el día en que abrí los ojos y el 4 de noviembre, que es el día en que nací", explica riendo.

Los análisis de Magdalena han salido negativos de coronavirus. Aún así, tiene los pulmones delicados y sigue con medicación. Sin embargo, esto solo son pequeños gajes, después de todo lo que ha pasado.

A Magdalena nada le parará, sin duda. Esta mujer está repleta de ganas de vivir y muy agradecida de los pilares que tiene en su vida: su familia. De lo que más ganas tiene es, cuando todo esta situación de confinamiento acabe, ver a sus nietos y pasar días enteros con ellos. "Mi marido era chef en un restaurante, así que les vamos a enseñar a cocinar, estaremos en la piscina y haremos muchas actividades en la naturaleza para disfrutar con ellos al máximo", explica emocionada.

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