Una mallorquina de 81 años vence al coronavirus, una historia de esperanza frente al caos

Marina J Ramos | 24/04/2020

Este es uno de esos artículos que escasean estos días. Y es que ya estamos acostumbrados, desgraciadamente, a las malas noticias. Sin embargo, en momentos tan complicados es importante mantener la esperanza. He aquí la historia María Sureda, una mallorquina que con sus 81 años y distintas patologías, ha logrado hacer frente al coronavirus. Maria Soledat, su nieta, ha narrado a Crónica Balear las peripecias que han vivido durante las últimas semanas. Todo con un objetivo claro y sencillo: demostrar que las buenas noticias estos días también son posibles.

Todo comenzó cuando, el viernes 20 de marzo, Maria Soledat llegó a casa de sus abuelos para ayudarles con los quehaceres y se encontró a su abuela tendida en el suelo. Se había desmayado y se había caído. Su marido -el abuelo de Maria Soledat- no la podía levantar. Rápidamente la ayudó a reincorporarse y comprobó que apenas reaccionaba. Contactó con su médico de cabecera y este decidió llamar al 061. 

“Además, mi abuelo me comentó que el día anterior mi abuela había estado con fiebre y vómitos y que había pasado una mala noche. Sufre mucho de diabetes y yo me preocupé en ese sentido. Nunca barajamos la posibilidad de que se tratase del coronavirus”, explica Maria Soledat.

La trasladaron al Hospital de Manacor. Maria Soledat acompañó a su abuela, pero no la dejaron entrar al hospital por el protocolo de prevención ante el Covid-19. “Me dijeron que esperase fuera y que me llamarían. Estuve varias horas esperando en el coche y sobre las 22h recibí la llamada del director del centro de día donde acudía mi abuela. Me llamó para avisarme de que la enfermera del centro había dado positivo por coronavirus”. Maria Soledat comunicó esta información al centro hospitalario y a su abuela le realizaron la prueba del Covid-19. 

Para prevenir los contagios entre pacientes y personal sanitario, los hospitales se dividen entre zonas “sucias”, donde están los enfermos por coronavirus, y “zonas limpias”, con pacientes que no tienen el virus. “A mi abuela la ingresaron en la zona limpia y no fue hasta el día siguiente por la mañana cuando la trasladaron a la zona sucia. Eran los primeros días, así que supongo que aún iban un poco desorganizados”, cuenta su nieta. 

El domingo les confirmaron que María era positivo por coronavirus. “Es mayor, tiene muchos problemas de diabetes, tuvo un infarto…asumimos el resultado bastante mal”. A raíz del positivo de María, su marido tuvo que quedar aislado en casa, así como su nieta y la pareja de esta. Sus médicos de cabecera les hicieron un seguimiento médico diario y Maria Soledat y su abuelo presentaron síntomas leves del virus. 

El jueves 26 de marzo, al cumplirse una semana desde el ingreso de María, la trasladaron al Hospital Sant Joan de Déu. “Tres días después nos llamaron y nos dijeron que no había ningún tipo de esperanza”. El domingo les comunicaron que María había empeorado y que, de manera excepcional, dejaban que un miembro de la familia fuese a despedirse de ella. 

“Decidimos proponérselo a mi hermana pequeña, que es un poco la nieta preferida”, bromea Maria Soledat. “Tiene 19 años y no sabía si se vería preparada. Pero enseguida dijo que sí, que se veía con coraje. Tuvo que ir ese mismo domingo, porque la doctora nos dijo que fuera ‘ya”, explica la nieta de esta luchadora, un poco emocionada al recordar esos momentos tan duros. Durante el encuentro, hicieron una videollamada y nietas y abuela pudieron verse de nuevo las caras.

Las informaciones del hospital eran cada vez más pesimistas y Maria Soledat se vio obligada a organizar todos los preparativos para cuando su abuela se marchara. María siempre ha tenido claro que no quería ser incinerada. Pero debido al coronavirus, su nieta no sabía hasta qué punto podría cumplir el deseo de su abuela. “También fue difícil explicarle la situación a mi abuelo. Es el amor de la vida de mi abuela y estaba solo, confinado en casa”.

“Los doctores nos llamaban una vez al día. Era una llamada de segundos, en la que nos decían si la cosa iba bien o mal”. Sin embargo, tras la despedida, el teléfono dejó de sonar. Durante los tres días siguientes la familia de María no supo nada de ella. “Fue desesperante. Llamaba 20 veces al día al hospital y nadie me decía nada. Días después nos dijeron que llevaba tres días en coma".

Sin embargo, a medida que fueron pasando los días María fue ganando el pulso al coronavirus. Los sanitarios consiguieron estabilizarla y, poco a poco y jornada tras jornada, su estado de salud fue mejorando. Apenas una semana más tarde le realizaron una PCR -la prueba con la que se detecta el Covid-19- y dio negativo. Ante la euforia inicial, le repitieron la prueba para confirmar el resultado y volvió a dar negativo. María se convertía en ese momento en un ejemplo de superación.

“Mi abuela está súper contenta del trato que le han dado en el hospital. Tiene un poco de demencia y el primer día tras el alta nos dijo que le habían hecho una fiesta muy grande. Pensamos que a lo mejor se había confundido, pero no. Cuando se fue, los sanitarios le aplaudieron y la animaron muchísimo. Además, uno de sus últimos días en el hospital fue su cumpleaños y algunos médicos y enfermeros la felicitaron”, cuenta su nieta agradecida.

UN SABOR AGRIDULCE

El alta de María, sin embargo, tuvo un sabor agridulce. Poco después de dar negativo en Covid-19 le dieron el alta. “La gente mayor que supera el coronavirus no vuelven a casa como lo pueden hacer los de 50 años. Tienen necesidades que antes no requerían”, recalca Maria Soledat, indignada.    

“Era inviable que mi abuela volviera a su casa, porque no estaba adaptada a sus nuevas necesidades al salir del hospital. Tenía que estar en cama, se le tenían que hacer cambios posturales, es diabética…Me vi muy sola, no recibimos ninguna ayuda. Tuve que buscarme la vida para encontrar una solución”, se queja la nieta. “Fue  muy desesperante y tercermundista”, sentencia.

La familia de María adaptó su finca de campo, donde solía ir los domingos. Allí ahora está acompañada por una cuidadora, que la atiende durante gran parte del día. Los primeros días tras el alta continuó con fiebre, aunque sigue mejorando.

“Ha superado el coronavirus, pero ha empeorado en otros aspectos. Aún así estamos muy contentos, no nos lo creemos, después de todo lo mal que lo hemos pasado. Ha sido muy muy duro, pero ya ha pasado. Creemos que es importante que se conozca la historia de mi abuela, porque cuando leemos las noticias parece que si una persona mayor se contagia no hay manera de salir, pero sí la hay”, finaliza Maria Soledat. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde y, en estos momentos en los que nos encontramos, cabe recordarlo más que nunca.

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