El origen de la calabaza de Halloween: así es la leyenda de 'Jack el tacaño'
Redacción | Mallorca, 31 de Octubre de 2023 | 18:21h

Entre el cielo y el infierno nació la calabaza terrorífica de Halloween. La leyenda irlandesa, que fue publicada en el Dublin Penny Journal en 1836, comienza con la historia de un hombre de vida disoluta que, como muchos otros desafortunados, se entregaba al alcohol y a los vicios, desafiando al mismísimo Diablo sin darse cuenta de que pagarían un alto precio por ello.
La reputación nefasta de Jack atrajo la atención del Diablo, quien decidió conocerlo en persona con la firme intención de reclamar su alma.
Sin embargo, Jack solicitó un último deseo antes de enfrentar su destino: compartir una última cerveza. Sorprendentemente, el Diablo accedió.
El Diablo, sin demasiado convencimiento, adoptó una forma humana y lo acompañó a un bar. Cuando llegó el momento de pagar, Jack le pidió que se transformase en moneda, y cuando el propietario no mirase, se volviera a su forma habitual y regresara con él.
El Diablo cayó en su trampa y se convirtió en moneda, la cual Jack guardó en su bolsillo junto a un crucifijo, impidiéndole recuperar su forma demoníaca.
JACK QUERÍA HACER UN TRATO
A cambio de su liberación, Jack solicitó al Diablo que le concediera otros diez años de vida. El Diablo aceptó el trato y no lo llevó al Infierno en ese momento.
Sin embargo, poco después, los excesos de Jack terminaron por acabar con él. Cuando intentó entrar en el Cielo, le negaron la entrada debido a sus pecados pasados, y cuando buscó refugio en el Infierno, su antiguo amigo, el Diablo, le recordó la promesa de que su alma nunca sería llevada al Infierno.
Jack quedó atrapado para siempre entre el Cielo y la Tierra como castigo por haber engañado al Diablo. Como única posesión, el Diablo le entregó un farolillo hecho de un nabo en cuyo interior ardía una brasa eterna, destinado a iluminar su eterno camino.
DEL NABO A LA CALABAZA
Esta leyenda de "Jack o'lantern", que significa "Jack el de la linterna", se convirtió en una tradición en Irlanda, donde solían hacer farolillos con nabos para decorar las casas. Esta costumbre se integró en la festividad celta de la cosecha conocida como Samhain, que se celebraba el 31 de octubre y marcaba el final de la temporada de cosecha y el inicio del oscuro y frío invierno. En ese día, se creía que la barrera entre el mundo humano y el espiritual se volvía tenue, permitiendo la interacción entre ambos.
Con el tiempo, debido a influencias como la llegada de los romanos y más tarde la influencia de la Iglesia Católica, esta celebración sagrada evolucionó hasta llegar a América.
La emigración masiva de irlandeses en el siglo XIX, motivada en parte por la hambruna de la patata, los llevó a cruzar el Atlántico llevando consigo sus tradiciones y costumbres. En América, adaptaron la tradición de los nabos a las más abundantes calabazas, que los niños vaciaban y tallaban, abriendo agujeros para los ojos y convirtiéndolas en máscaras.