Clímax y anticlímax en el sorteo de Lotería de Navidad

EFE | 22/12/2022

Una mujer del público celebra ser ganadora del premio Gordo durante el sorteo de Navidad celebrado en el Teatro Real en Madrid, este jueves. EFE

El 05.490, el Gordo del Sorteo Extraordinario de la Lotería de Navidad celebrado este jueves, uno de los primeros premios más repartidos de la historia, ha caído también en el patio de butacas del Teatro Real.

Perla, peruana en paro y madre de dos hijos adolescentes, ha escuchado la cifra mágica a las 11:20 horas de la mañana, se ha asegurado de la coincidencia porque no ve bien, y luego se ha alzado de su asiento. La mujer, que estaba algo afectada, ha sido acompañada por personal del Samur a una silla en el hall del Teatro donde ha mostrado su décimo premiado y ha comunicado su intención de comprarse una casa “Mis padres están en el cielo, soñé con ellos y me aconsejaron que comprara, y compré 95 décimos” de distintos números, ha explicado.

De esta forma se ha vivido el momento culmen, una de las tradiciones más propias de estas fiestas que este año fluyen sin limitaciones por el covid.

El desarrollo del sorteo ha sido atendido en vivo por cientos de personas, muchas de ellas disfrazadas, ninguna con mascarilla: Don Quijote y Sancho, papas y cardenales, yeyés y gorros navideños aguardaban los premios sin distancia de seguridad alguna, en un salón atiborrado de luces, las navideñas, las de los móviles encendidos o las de las cámaras de los medios de comunicación.


INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Si le preguntáramos a la herramienta de inteligencia artificial ChatGPT, el nuevo sistema capaz de escribir a la carta que ya tiene millones de usuarios, acerca del sorteo de hoy, respondería que las probabilidades de que Perla se alzara con el premio eran de cien entre 100.000.

Lo cierto es que si ChatGPT tuviera que escribir esta crónica, podría llegar a bloquearse. Y no porque encontrara imposible explicar, por ejemplo, que a solo unos cientos de metros del escenario en donde se ha llevado a cabo el sorteo, muy cerca del lugar en el que se escuchaba la cantinela de los niños, en el Senado, resonara la pedrea entre la clase política.

Allí se debatía la reforma del Código Penal para los delitos de sedición y malversación, que algunos consideran un auténtico premio gordo legislativo.
No. Esa paradójica coincidencia del apogeo de la ilusión navideña con el anticlimax en el Senado sería calificado de circunstancial. Se trata de fenómenos paralelos, diría. Eso lo cubre su inteligencia. Lo que la herramienta, debido a su otra pata, la artificial, no comprendería, sería el aspecto emocional de la Navidad. No entendería los cálidos aplausos a los niños de San Ildefonso cada vez que cantan un premio, las sonrisas, esa fiesta en torno al sorteo a pesar del madrugón. Tampoco le vería sentido a esperar horas bajo la lluvia haciendo cola para comprar décimos de Doña Manolita, como sucedía el martes en los aledaños de la muy navideña Puerta del Sol de Madrid, donde decenas de personas hacían cola apretándose contra los muros para protegerse del chaparrón.

ChatGPT les habría advertido de la inutilidad de arrimarse a esas paredes, porque de los tejados caen menos gotas, pero más gordas. Y, sobre todo, ChatGPT sabría perfectamente que cuantos más décimos vendes más probabilidades tienes de que uno de los números que has administrado resulte premiado, pero que ello no incrementa las probabilidades de cada uno de esos números.

Además, sabría también que un cerebro humano medio, como el de cualquiera de los que aguardaban cola bajo la lluvia, también lo entiende. Eso aumentaría su desconcierto.

Tampoco comprendería que, al día siguiente, a última hora del miércoles, víspera de la celebración del sorteo, hubiera personas dispuestas a pasar la noche en el suelo, en cajas de cartón, a las puertas del Teatro Real, para ser las primeras en entrar al evento.

ChatGPT advertiría además a quienes compran decenas de décimos que resulta mucho más rentable invertir en bolsa a largo plazo.

En fin, nos aconsejaría a todos emplear mejor el dinero que cuesta un décimo, por ejemplo en alguna aplicación para, pongamos por caso, bajar de peso, un factor que según sus datos alarga la esperanza de vida. Pero eso sería muy poco navideño, aunque no lo entienda la inteligencia artificial.

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