Es Refugi acoge a personas sin techo afectadas por la crisis de la COVID

Redacción | 27/12/2021

Es Refugi acoge a personas sin techo afectadas por la crisis de la COVID. El refugio Padre Gaspar Aguiló de la Asociación altruista Es Refugi acoge y cubre las necesidades básicas de personas sin hogar en situación o riesgo social por falta de techo, además de ofrecer el servicio de comedor social a personas con escasos recursos económicos y /o sociales. Tiene el apoyo de la Conselleria de Asuntos Sociales y Deportes del Govern a través del IRPF Social.

«Si antes sobre todo era una persona en situación de vulnerabilidad y cronicidad, ahora hay gente que la Covid ha expulsado de la economía y no ha podido hacer frente al pago de alquileres, obligaciones familiares, etc. y han tenido que llegar aquí», explica Toni Cañellas, el gerente de Es Refugi. "La inserción sociolaboral durante la pandemia ha sido nula porque se ha priorizado preservar su estado de salud, aunque ahora empezamos a tener esperanza con los planes de inclusión social", añade.

«Queremos dar una salida habitacional, parecida a un hogar, a aquellas personas que por las circunstancias de la vida se han encontrado sin techo y están en situación de exclusión social casi llena, ya que tenemos gente que trabaja, pero con un trabajo tan precaria teniendo en cuenta el precio de los alquileres de hoy que si ganas 800 euros y resulta que te cobran 600 en cualquier sitio, aquí tienen cabida», dice Fernando Villalobos, el presidente de la asociación desde hace 4 años . «Los usuarios de perfil más mayor lo tienen más difícil para trabajar, pero miramos que tengan una salida, ya sea una plaza en una residencia o en pisos tutelados. Todo el mundo tiene salida en Es Refugi». 

La capacidad de Es Refugi, que nace entre 1990 y 1992 aunque su fundación oficial no es hasta febrero de 1993, es de 40 plazas pero, debido a problemas estructurales en algunas habitaciones y que actualmente están en proceso de rehabilitación, la casa de acogida acoge hoy una veintena de usuarios, y de media, cada año, unos 60 usuarios.

«Son hombres entre 18 y 75 años, normalmente vienen por puerta, telefonean o nos contactan por internet, con una relativa baja formación y rotura de lazos familiares, con necesidad de tener un techo porque ni las pensiones ni lo que cobran les llega para poder pagar un alquiler», explica el gerente.

«Muchas de las personas que acogemos provienen de la crisis del 2008 y francamente es imposible que puedan regresar al mercado laboral», afirma Villalobos.

«La intención es limitar las estancias a una temporalidad ajustada a las características de las personas, pero en principio y así como está la pandemia debemos ser prudentes», afirma Villalobos, mientras que Cañellas dice que aunque la estancia es entre seis meses y un año si la persona debe estar más tiempo «se respeta su ritmo y se le acompaña hasta que pueda estar bien fuera».

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