El rostro del líder de Estado Islámico sigue siendo un misterio

EP | 30/10/2021

DPA

Abú Ibrahim al Hashimi al Quraishi es desde hace dos años el líder de Estado Islámico. Su nombramiento se produjo pocos días después de que Abú Bakr al Baghdadi se inmolara tras verse acorralado en una operación estadounidense en el noroeste de Siria. Sin embargo, en todo este tiempo no se ha producido ningún mensaje público, por lo que su rostro sigue siendo un misterio.

Al Quraishi --cuyo apelativo le identifica como descendiente teóricamente del profeta Mahoma y, por tanto, le avala para ser nombrado califa-- es en realidad Amir Muhamad Said Abdelrahman al Mawla, también conocido como Hajji Abdulá. Eso creen los expertos y también Estados Unidos, que en marzo de 2020 decidió incrementar hasta los 10 millones de dólares la recompensa de 5 millones que ya ofrecía por Al Mawla, aunque muy lejos de los 25 millones que valía en su día Al Baghdadi.

Han pasado dos años desde que el 31 de octubre de 2019 el entonces nuevo portavoz de Estado Islámico, Abú Hamza al Quaraishi, diera a conocer a los milicianos, y al mundo en general, el nombre de quien tomaba las riendas del grupo que por aquel entonces había perdido ya la práctica totalidad del vasto territorio que llegó a controlar en Irak y Siria.

En todo este tiempo, Al Mawla no ha hecho público ningún mensaje por ninguna vía, ni siquiera cuando el pasado 15 de agosto los talibán se hicieron con el control de Afganistán, un paso que da un respiro a Al Qaeda, su archienemigo, y que generó una avalancha de reacciones entre los yihadistas, que ven en la vía seguida por el grupo afgano una opción para la victoria.

Sin embargo, esta ausencia pública del líder no se ha visto traducida en una pérdida de peso de Estado Islámico a nivel mundial, sino quizá más bien en lo contrario. Como ya pasara en su momento con Al Qaeda y la muerte de Usama bin Laden en 2011, la decapitación de Estado Islámico con el fallecimiento de Al Baghdadi no acabó con el grupo.

MÁS PESO DE LAS PROVINCIAS

La desaparición del 'califato' físico hizo que sus 'provincias' cobraran más peso, produciéndose un proceso de descentralización similar al vivido en su día por Al Qaeda tras la caída de los talibán. Así, mientras que en Siria e Irak las acciones se redujeron en un primer momento, aunque ya se están claramente recuperando, el foco de acción se trasladó a otros escenarios, con África como principal campo de batalla.

Aquí, Estado Islámico cuenta con filiales en varios puntos, empezando por Egipto, donde está activa la Provincia del Sinaí, y pasando por Somalia, donde Estado Islámico trata de hacer sombra sin éxito a Al Shabaab, la filial de Al Qaeda.

Pero sin duda las dos ramas más exitosas son Estado Islámico en África Occidental (ISWA), que opera en la cuenca del lago Chad, con el noreste de Nigeria como principal foco, y Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS), teóricamente dependiente de la primera pero con gran autonomía y que actúa en la zona de la llamada triple frontera entre Malí, Burkina Faso y Níger.

En el caso de ISWA, la escisión en 2016 de Boko Haram, cuyo líder Abubakar Shekau había jurado lealtad a Al Baghdadi un año antes, le ayudó con el tiempo a convertirlo en el grupo preeminente en la zona, multiplicando sus ataques.

La muerte de Shekau la pasada primavera tras una ofensiva de ISWA en su contra comandanda por Abú Musab al Barnaui, recuperado como líder tras haber sido depuesto previamente, dio nuevo brío al grupo, provocando el trasvase de combatientes desde Boko Haram y aumentando su posición de preeminencia.

MUERTE DE LOS LÍDERES DE ISWA E ISGS

Sin embargo, Al Barnaui murió en agosto, sin que por el momento esté claro si a manos de las fuerzas de seguridad nigerianas o de una facción de Boko Haram aún leal a Shekau, abriendo una nueva fase en ISWA de incertidumbre en el liderazgo que se ha visto acrecentada después de que el Gobierno nigeriano haya anunciado que su sucesor, identificado como Malam Bako, también ha sido abatido.

Tampoco 2021 está siendo un buen año para ISGS. La filial en el Sahel ha visto en los dos últimos años cómo la excepción que parecía haber en esta región con Al Qaeda se rompía, registrándose desde entonces importantes enfrentamientos con sus rivales del Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM).

Asimismo, el grupo se convirtió en el principal objetivo de Francia, con su operación Barkhane, y también de las fuerzas del G5 Sahel, lo que le ha ocasionado importantes bajas en sus filas. La más importante la de su líder, Adnan Abú Walid al Saharaui, muerto en un bombardeo francés el pasado mes de agosto.

Por lo pronto, ISGS ya tendría nuevo líder, al que se ha identificado como Abdul Bara al Ansari al Saharaui, sin que por ahora haya más detalles sobre él o sobre cómo este relevo podría afectar al grupo, que ha asestado importantes golpes a las fuerzas de seguridad de los tres países.

NACIMIENTO DE UNA NUEVA FILIAL

Tras la muerte de Al Baghdadi se ha producido además la creación de una nueva filial, Estado Islámico en África Central (ISCA). Presente en el este de República Democrática del Congo (RDC), donde habría absorbido al grupo Fuerzas Aliadas Democráticas (ADF), ha sido particularmente activa en Cabo Delgado, en el norte de Mozambique.

Aquí, los yihadistas se hicieron con el control de Mocimboa de Praía en agosto de 2020 y en marzo atacaron Palma, muy cerca de donde Total está desarrollando un importante proyecto de gas natural licuado, paralizándolo. La intervención primero de Ruanda, en apoyo del Gobierno mozambiqueño, y el envío también de una misión de la SADC parecen haber revertido la tendencia, recuperando el control de parte de los territorios controlados por los terroristas, que distan mucho de haber sido derrotados.

Sin embargo, en la última semana se ha abierto un nuevo frente, Uganda. Después de que el 8 de octubre ISCA reivindicara un primer ataque, el grupo terrorista llevó a cabo otros dos el 23 y el 25 de octubre. En el primero, en un restaurante, dejó un muerto, y en el segundo, en un autobús, murió el presunto terrorista.

AFGANISTÁN RECOBRA FUERZA

Ya fuera del continente, en Afganistán, la filial Estado Islámico Jorasán (ISKP) ha vuelto a recuperar la atención tras la victoria de los talibán, su archienemigo. El grupo llevó a cabo un atentado el 27 de agosto, en plena operación de evacuación en el aeropuerto de Kabul, y desde entonces ha perpetrado varios más, incluido un atentado suicida contra una mezquita chií en Kunduz cuyo autor fue por primera vez un combatiente de la etnia uigur, sin que esté claro si era procedente de China.

Los expertos coinciden en que ISKP podría cobrar fuerza en las circunstancias actuales en Afganistán, pese a la voluntad de los talibán de plantarles cara, ya que se podrían beneficiar de la deserción de combatientes desencantados con el grupo que fundó el mulá Omar, y de hecho esta misma semana un alto cargo estadounidense advirtió de que podría tener capacidad para atentar en Estados Unidos en un plazo de "entre seis y doce meses".

Y mientras, tanto en Irak como en Siria, donde en su día Estado Islámico tuvo su 'califato', el grupo parece estar resurgiendo también de sus cenizas, con ataques cada vez más frecuentes en ambos países aunque todavía lejos del poderío que tuvo en su momento de gloria. Esta misma semana ha llevado a cabo un ataque contra la comunidad chií en Diyala, en el este de Irak, que se saldó con 15 civiles muertos.

Así pues, aunque con un líder ausente al menos de forma pública y sin haber perpetrado ningún atentado sensacionalista como los ocurridos en París en noviembre de 2015 o en otras ciudades europeas, Estado Islámico dista mucho de haber dejado de ser una amenaza.

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