Una exmadre de acogida: "un técnico del IMAS dijo que un niño puede cambiar de familia las veces que se quiera"

Redacción | 18/02/2020

En este momento, donde muchas voces se aúnan y gritan al mundo -con vehemencia y generosidad- el mal hacer de profesionales en relación a la protección de menores, familias e hijos parecen ver un rayo de luz que les devuelve el aliento. Familia y niño retirado tienen voz y merecen ser escuchados.

Inés Muñoz, exmadre de acogida, ha sido una afectada por la mala praxis del IMAS. A raíz de ello se convirtió en una activista comprometida y protectora de familias que luchan por recuperar a sus hijos. Crónica Balear ha podido hablar con ella.

"He escuchado decir a un técnico (del IMAS) que un niño de corta edad que ya ha aprendido a hacer vínculos puede cambiarse de familia las veces que se quiera porque le resultará fácil lograr el apego a una nueva. ¿Por qué no hay estadísticas de este punto o por qué no se estudian cuántos niños salen de los centros con un buen nivel escolar o con una carrera? No hay estadísticas de nada", subraya.

Si no hubiese mala praxis o retiradas indebidas no habría problemas a posteriori como las fugas de menores. Los jueces siguen sin ser los que en primer lugar deciden la retirada de los niños de su núcleo familiar. Los padres no tienen tampoco la posibilidad de dar su versión. La falta de transparencia en los informes es algo que continúa y no se pone solución.

La retirada del niño de su familia

Los niños tienen voz, pero no se tienen en cuenta sus necesidades reales. El niño desea y necesita estar con su familia. La retirada de un niño debe hacerse con sumo cuidado y no de un modo subjetivo o sin estudiar el caso en profundidad.

No basta con un informe de un técnico. ¿Se sabe qué hay detrás?, ¿los familiares han podido hacer sus alegatos? Aún sin hablar con un niño, pueden intuirse su momento vital y sus sensaciones. Podemos imaginarnos cómo sería la carta de un pequeño retirado de su familia. Podría rezar así:

"Por la mañana estaba con mis padres. Habíamos desayunado tostadas con leche. Todo iba bien. Sin embargo, al salir del colegio ninguno de ellos me estaba esperando. No era la hora de salir pero me dijeron que debía irme. Fuera había dos personas y me dijeron que venían a buscarme. Tenía miedo de lo que podía pasarme.

» Pasaban los días sin ver a mis padres. Yo preguntaba por ellos. Deseaba ver a mi madre y abrazarla. Siempre me da muchos besos. Pensaba en cómo estaría ella. Mis hermanos también debían de extrañarme. No me decían qué pasaba ni dónde estaban, ni siquiera si vendrían a por mí.

Me decían que todo estaba bien, que yo estaría mejor ahí, que estuviese tranquilo. Pero nadie me dio un beso ni un abrazo. Yo sólo necesitaba eso, sentirme protegido, en mi casa”.

El bajo nivel económico no puede asociarse a la falta de amor al hijo

Pepa Hornos, reconocida experta en infancia que lucha y asesora frente a la no violencia en los niños, habla del amor en la infancia. En las familias hay que educar en el amor, amar a los hijos y enseñarles a amar. ¿Cuándo eso no es suficiente? Porque cierta y desgraciadamente hay familias muy involucradas y que aman a sus hijos pero no tienen recursos económicos o la suficiente educación para gestionar algunas actitudes o momentos en la vida del hijo.

Según Inés Muñoz, probablemente en un 25% de los casos sea necesaria la intervención del IMAS. No obstante, ¿qué ocurre con el resto de familias? Y respecto a las familias en las que ha habido una mala praxis, ¿se revisa su caso? ¿Resulta tan difícil ofrecerles algún tipo de asesoramiento, charlas, talleres para no tener que quitarles a sus hijos? ¿Por qué no buscar empleo a familias con bajos ingresos o ninguno? ¿Qué sale más beneficioso a la sociedad? ¿Y al niño y sus familias?

No sentirse amado hace daño

El olor a humedad, el blanco crudo de las paredes de la institución del IMAS que recoge las quejas y súplicas de madres y la mirada de incertidumbre de los pequeños. Familias que entran destrozadas y no salen con una solución o una esperanza bajo el brazo. Salen solas, cabizbajas y desoladas.

Uno de tantos niños afectados y sin voz continuaría expresando: "Parecía un hospital psiquiátrico antiguo. Muchas salas, sillas, mesas y ordenadores antiguos, muchas escaleras y personas… Alguna vez me llevaban allí y hablaba con una persona que decía ser mi tutor. No le conocía. Me hacía preguntas y leía papeles, muchos, uno encima de otro, algunos iguales y con borrones.

» Muy pocas veces veía a mis padres. Cuando venían estaba otra persona con nosotros en una sala, nos observaba y no dejaba que me abrazasen como antes y jugasen conmigo. También les pedían que se callasen cuando me hablaban mucho. Mi madre no paraba de decirme que me quería. El señor, le llaman “técnico” les decía a mis padres que hablarme o besarme me haría daño. El que no lo hagan es lo que me hace daño”.

Oscurantismo y falta de progreso en el IMAS

» Puede que mis padres no sean perfectos pero son mis papás. Recuerdo cuando iba al parque con mis hermanos y jugábamos al pilla o cuando mi madre nos hacía croquetas para cenar. Mi padre decía que no teníamos mucho dinero. Yo a veces me enfadaba porque no podían comprarme juguetes. Mi madre iba a pedir ayuda, que le diesen comida y trabajo. Cuando regresaba a casa lloraba”.

En la actualidad, los organismos que antes ayudaban a familias pobres están centralizados. Sea por una denuncia de un vecino, un familiar, una orden de alejamiento, una denuncia de malos tratos…, el caso privado familiar se dará a conocer y Servicios Sociales actuará. Mujeres maltratadas o con bajos ingresos temen pedir ayuda a instituciones sociales porque eso supone formar parte de una lista negra y se incrementa la probabilidad de sufrir la retirada de un hijo.

Inés Muñoz comenta que el IMAS maneja el dinero de las familias que piden ayuda. Sin embargo, no proporcionan otro tipo de soluciones que no sea alejarles de sus hijos.

Según Inés, los sistemas informáticos del IMAS están desfasados, no hay claridad a la hora de reconocer un expediente y sólo hay un montón de papeles que dificultan saber por dónde empezar. Debería trabajarse para facilitar el trabajo. Con la ley de protección de datos, es tan sencillo como cubrir los datos personales. Si todo estuviese mejor informatizado, el menor no tendría que estar esperando por una familia o por la suya durante tanto tiempo.

En su página web hablan de transparencia y una breve y escasa "protección al menor". Pero la realidad es muy relativa. No hablan en ningún caso de mejorar la situación de familias u ofrecerles ayuda.

Deben primar los derechos del niño y la familia

Jorge Cardona, reconocido activista, referente en la protección de los Derechos Humanos y presidente de la UNICEF en la Comunidad Valenciana trabaja para que se reconozcan los derechos de los niños y afirma que sus necesidades deben ser el cometido principal. ¿Cómo no se va a tener en cuenta la opinión de un niño? Se trata de su vida.

Inés habla de casos en los que los hijos huían constantemente de los centros de menores para regresar con sus familias y se hizo lo posible para alejarles, incluso llevándoles a centros de la península donde los padres no podían viajar.

Se habla del personal que trabaja en el IMAS como personas con experiencia por los años trabajados, con una mentalidad aferrada en el pasado, que actúan con frialdad y sin empatizar con familias que sufren. Si el niño retirado debe pasar un tiempo con personal de fuera de su casa debe sentirse bien y protegido, no en una cárcel y haciéndole ver que sus familias eran inconvenientes para él.

El tiempo juega en contra del menor. El funcionario no puede ser sólo eso. Si se trabaja con niños hay que poder mostrar la parte humana con la que llegar y conectar con ellos. Hay menores que llegan inocentes y conocen la parte más cruda de la realidad, descubren la maldad y llegan al desapego. “Un técnico no puede creer que el niño se adaptará a algo así o que es su sino, como he escuchado”, asevera Inés.

El dolor de un hijo y unos padres

"Mi madre no vino hoy a la visita. Me dicen que no se encuentra bien, que probablemente no pueda volver. Sé que algo no va bien. Mi madre no faltaría si no le pasase algo grave…", proseguiría la carta del niño retirado de los brazos de su madre. Muchas madres necesitan tratamiento psiquiátrico y farmacológico para afrontar la situación. Pero la mayoría lo rechaza para que no juegue en su contra a la hora de recuperar a sus hijos. La pescadilla que se muerde la cola. Quienes no se encuentran bien anímicamente no pueden estar al cien por cien y sin sus hijos no podrán estarlo.

Existen casos en España -entre ellos Canarias- de suicidios de madres, madres que han pedido ayuda a los Servicios Sociales y llegaron a temer a esos profesionales que se supone deben ayudarles y no quitarles a sus hijos. Quien acude a la Administración -y según los derechos del menor y sus familias- tiene que recibir ayuda, consejo y no tergiversación o magnificación de los hechos expuestos. No se debe atemorizar a unos padres con alejarles de sus hijos.

Los niños se relacionan con otros: hablan, descubren y pierden parte de sí mismos en el largo proceso. El tiempo que se les ha arrebatado no regresa. Las sonrisas, los abrazos, las miradas cómplices no vuelven. La inocencia del niño se apaga. La confianza de los padres desaparece. La espera ante el teléfono se hace constante. En los padres se incrementa el amor por sus hijos. No obstante, los hijos pueden llegar a olvidar a quien un día les profesó amor eterno.

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