Mi hijo muerde a otros, ¿qué puedo hacer?

Ana M Longo | 15/11/2020

Que tu hijo llegue a casa con un mordisco crea una sensación de impotencia y rabia. Lo primero que se nos ocurre hacer como padres es sacar la máxima información posible y hablar con el profesor correspondiente. Pero cuando es el propio hijo quien muerde a otro compañero la confusión y malestar es mayor aún. Parece más complicado afrontar esta última situación.

No resultan casos muy frecuentes. No obstante, los niños de entre 1-3 años pueden morder. De cuatro y cinco años es más raro. Cuando son muy pequeños no saben gestionar sus emociones y pueden llevar a cabo algunos rituales poco acertados como pegar, pellizcar o morder. Los padres deben estar al tanto y, junto con el profesor, frenar la situación. Suele aproximarse más a una cuestión de desatención en momentos puntuales que a la permisividad de los padres. No se les puede calificar como niños agresivos cuando el ánimo no es dañar.

¿Por qué mi hijo muerde?

Cuando un niño muerde puede hacerlo sin intenciones, como otra acción más. Los bebés se meten muchas cosas en la boca, las chupan y muerden, ¿por qué no hacer lo mismo con otras personas? Exploran, incluso lo hacen cuando tiene dolor en los dientes. No obstante, la labor del padre es reprender al niño cuando muerde a un adulto u otro niño. Hay pequeños que lo hacen cuando inician el periodo escolar hasta que se adaptan, lo mismo con otros tipos de adaptación.

El niño deberá aprender que su acción perjudica a otra persona y que no debe hacerlo más. Cuando son niños muy pequeños no pueden tildarse de casos que denoten maldad, aunque sí pueden deducir dificultad en la comunicación. “Quiero o necesito esto, pero no sé exponerlo. Lo más rápido para llamar la atención es morder o golpear”. Tras una acción reprobable, la atención se centrará en el niño.

Al igual que el adulto, el pequeño siente miedo, frustración, enfado... ante diversas situaciones. Pero le diferencia del mayor el no saber cómo explicarlo. Los niños pequeños necesitan comprensión, atención, cariño y hay muchas cosas que todavía no saben ni conocen. Enseñarles que pegar o tirar los juguetes por toda la casa está mal, también debe hacerse cuando muerde.

En el caso de la iniciación en el colegio, debe lidiar con otros compañeros y esperar sus momentos de atención. Un niño con tres, cuatro y cinco años que ya puede comunicarse no debe actuar de ese modo y cambiar su postura.

El modelo para los niños

Cuando es pequeño, el niño necesita referentes en los que fijarse y que le guíen. En su corta edad no sabrá discernir entre lo que está bien y lo que no. Los padres deben enseñarle, modificar sus conductas –en este caso que muerde-, con argumentaciones y mostrarles lo mejor de sí mismos. Padres que pierden los nervios enseñan al niño la peor cara de la gestión de las emociones y de la calma y la búsqueda de soluciones prácticas. Su mensaje será: “Pierdo los nervios o no me hacen caso, así que grito y me enfado”.

Los progenitores no deben olvidar que el niño no es manipulador y no utiliza sus artimañas para fastidiar. Es muy importante un entorno tranquilo para el niño, donde los padres le dediquen tiempo. El niño que busca atenciones -del modo de que sea-, lo hace porque tiene las suficientes. Resulta conveniente reflexionar sobre esto.

Lo que pretende el hijo que muerde es que si sus padres estaban hablando o interactuando con otras personas centren su atención solamente en él. Y lo hace por algún motivo, él lo sabe y para él tiene la suficiente importancia. Para bien o para mal acudirán a él y habrá conseguido su cometido. Sin embargo, esa actitud equivocada e inconsciente debe terminar.

En situaciones más graves el niño puede utilizar el mordisco para hacer daño físico intencionado. Esto puede ocurrir en un momento de enfado en una pelea en el patio o en el parque entre niños. Igualmente cuando encuentra a otros amigos o compañeros de clase que utilizan este sistema lo que hace es aplicárselo para sí. Sin embargo, lo más probable es que con la conveniente charla de sus padres o profesores, el niño aprenda a gestionar la situación de otro modo y pedir perdón.

Como padres, ¿qué hacer ante la complicada situación?

En el rol de padres no hay que angustiarse o reprender severamente al niño. Bien es cierto que apena pensar que un compañero suyo se haya ido con un mordisco de tu hijo a casa. Se piensa que los otros padres verán al “niño que muerde” como un pequeño agresor. Pero no hay que perder la calma y hablar desde la serenidad.

Es complicado prever una actuación así si no se produce con relativa frecuencia. Si ha habido una primera vez hay que hacerle saber al niño que ha hecho mal a otra persona, se ha sentido herido tras ese momento y no es modo de comunicar nada. En el momento de presenciar la situación lo mejor es apartar al niño para que entre en razón con las oportunas aclaraciones y pedir disculpas a los perjudicados.

Se le explicará al niño lo negativo de la situación. Si lo que busca es que se le atienda hay que corresponder evitándole durante unos minutos. “No voy a jugar contigo ahora. Estoy entristecido con tu actitud”. Si el niño -con los padres o el profesor- persiste en su modo de hacer y las explicaciones que se le ofrezcan no le bastan, lo recomendable es hablar con su pediatra. Este probablemente le derive a un psicólogo.

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Comentarios

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  • R. - 16 de Noviembre de 2020 a las 17:48
    Un bozal , por ejemplo.
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