El hijo abandona el nido: se puede superar

Ana M Longo | 11/02/2020

Es complicado y duro decir adiós, dejar de ver a la persona querida todo el tiempo y perderse momentos juntos. Los padres sufren y les embarga la tristeza en el momento en que el hijo abandona el nido. En ese instante, es difícil ver la parte positiva y creer que se podrá superar. Solo se piensa que esa persona con la que se ha compartido todo se va y el castillo formado se desmoronará.

El tiempo será quien cure esa profunda herida. Aunque en un primer instante resultará difícil asimilar la noticia y comenzar una etapa diferente, hay que pensar que el hijo se va de casa, pero no de la vida de los padres. El hijo estará eternamente ligado a sus padres y ese vínculo no se romperá por mucho que abandone el hogar.

Llegado el momento el hijo abandona el nido

Si el hijo alcanza la mayoría de edad -o es más adulto- los padres creen estar preparados para afrontar el momento de su marcha. Es ley de vida que -llegada la hora del hijo- se vaya de casa y haga su vida de un modo más privado. Cada persona necesita su espacio, construir su propio hogar -con o sin una pareja- y aprender por sí mismo a resolver diversas situaciones.

Muchos padres tardan tiempo en entender el proceso, en lograr ver la realidad sin que les ciegue el halo de desesperanza y soledad. Hay progenitores que notan más la ausencia porque no tienen otros hijos, son padre o madre solteros o sin otra familia y notan el vacío de un modo más desgarrador.

Sienten que han perdido algo y necesitan recuperarlo para volver a ser felices. Su gran bienestar emocional se vinculaba a la presencia y compañía del hijo. El síndrome del nido vacío relaciona su nombre con el pájaro que echa a volar y con la pena que se siente en un núcleo que parecía seguro y estable para más tiempo.

Los padres pueden comprender que es natural con los años el hijo busque su independencia, tener algo propio que pueda compartir con otra persona y formar su familia. No obstante, cuando ocurre, parece que es demasiado repentino y el golpe es duro de parar. Los padres han tenido siempre a sus hijos bajo sus alas y el hecho de que se vayan coarta su protección hacia ellos y les genera ansiedad y temor.

Superar la ausencia 

Los padres pueden y deben seguir teniendo comunicación con su hijo. Lo importante es que no le agobien, sobre todo al principio de abandonar el nido. Deben dejarle su espacio y esperar a que sean ellos quienes les busquen, sino sentirán que no alcanzan los momentos de libertad que pretendían.

El hijo extrañará al padre y tendrá dudas y acontecimientos que comunicar. La relación seguirá intacta. Un dato positivo es que existirán menos roces por la convivencia y el deseo por reencontrarse se incrementará.

El padre debe buscar el modo de suplir el vacío del hijo y hacer cosas que antes no hacía, como apuntarse a algún taller, ir al gimnasio, salir más con los amigos o la pareja… Estar todo el día lamentándose o llorando no harán que la situación desaparezca. Lo más recomendable es acordarse del hijo y enorgullecerse de que se haya animado a dar ese paso, que sin duda le enriquecerá a todos los niveles.

Los jóvenes tardan en irse de casa

Hoy en día la situación está bastante complicada para independizarse. Los problemas laborales y económicos imposibilitan que el hijo tenga la suficiente solidez como para plantearse dejar el hogar de sus padres y estabilizarse. Vivir con los padres añade la seguridad de tener alojamiento y comida, aunque no se encuentre trabajo.

Los jóvenes están sufriendo los estragos de las crisis y pese a que desean trabajar y avanzar en los proyectos que tienen en mente, son conscientes de que deben hacerlo con tiempo y esfuerzo. Es prácticamente imposible que un joven logre un puesto de trabajo al salir de la carrera por lo que muchos jóvenes no abandonan el nido hasta llegada la treintena o más.

Seguir en la vida de los padres

Los padres tienden a creer que van a perder a su hijo y eso no es el caso. El hijo se va físicamente de su casa, pero no desaparece de la vida de los padres. Ambos seguirán estando los unos para los otros, sea cual sea la distancia. Resulta de lo más común que diariamente exista un contacto fluido entre ellos, visitas, comidas familiares, reuniones...

El hijo abandona el hogar familiar al igual que en su día lo hicieron sus padres. Decide hacer su vida, formar su propia familia y descubrir por sí mismo de lo que es capaz sin tenerlo todo resuelto y a pie de mesa. La familia es un rompecabezas que necesita estar unido para generar un significado. Padres e hijos se necesitan entre sí y la fuerza del amor logra que, pese a la distancia física, no exista otra emocional.

Los padres tienen más tiempo para ellos mismos

Cuando el hijo abandona el nido los padres pueden tomarse la nueva etapa por el lado menos estresante, es decir, si antes tenían menos tiempo para realizar alguna actividad, pasar momentos con la pareja -si la tienen- o descansar, ahora pueden disfrutar de sí mismos.

Aceptar la situación de un modo sosegado dará paz al hijo y a ellos mismos. Los padres que se enfadan, se entristecen y no aceptan de un modo maduro la situación, lo único que están consiguiendo es que el hijo dude qué hacer o se vaya de casa disgustado y sintiéndose culpable.

El padre no puede obligar al hijo a quedarse para hacerle feliz a él. Es muy egoísta tomar esa postura, por mucho que se quiera al hijo. Si el deseo principal es verle feliz, hay que dejarle ir y apoyar sus decisiones.

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