¿Cómo afecta el cáncer a los familiares del enfermo?

Ana M Longo | 04/02/2020

HOSPITAL DE LA LUZ

Cuando se habla de cáncer, en primera instancia se piensa en la persona que lo padece, el enfermo. Sin embargo, junto a él hay familiares a los que también afecta. Estas personas empatizan con el enfermo y son el reflejo de sus emociones.

Hoy, 4 de febrero, se celebra el Día Mundial contra el Cáncer. El cáncer es la enfermedad contra la que todos queremos luchar y deseamos destruir. Llega como un huracán y arrasa la seguridad de familias. Deja espacios imposibles de curar y causa que se escriban historias de valentía y superación que marcan un antes y un después.

 Los familiares de un enfermo de cáncer

Para superar una mala etapa, una situación de desesperanza o una enfermedad como puede ser el cáncer es necesaria ayuda y apoyo. Una persona puede resultar lo suficientemente fuerte y autónoma para iniciar una lucha con optimismo. No obstante, tener un hombro en el que llorar o una mano a la que agarrarse permite sentarse y coger aire cuando las fuerzas parecen flaquear.

Las personas, ante la adversidad, pueden crecerse y armarse de coraje para salir del pozo lo más rápido posible. El estado de ánimo es un gran porcentaje en el proceso de curación. Por el contrario, algunos individuos se amilanan ante el futuro incierto y no alcanzan a ver la posible luz al final del camino. Es ahí cuando el entorno -los familiares del enfermo- resulta indispensable para que el proceso tenga mejores resultados.

El paciente de cáncer tiene que iniciar diversos tratamientos médicos, cambiar hábitos de salud y rutinas básicas diarias. Pero los familiares del enfermo sufren –sobre todo si conviven con él y son muy cercanos-, caminan a su lado y no sólo les angustia la incertidumbre sobre qué ocurrirá, sino que una parte de ellos se resquebraja al ver cómo su ser querido debe pasar por eso. La impotencia se ceba con ellos en muchas ocasiones y eso les desgasta a nivel mental.

El papel de los cuidadores de un paciente

Los cuidadores de un enfermo tienen un papel con mucho peso que también llega a desgastarles física y emocionalmente. Sobra decir que los familiares están ahí y siempre de un modo incondicional. Pero eso no quiere decir que no sientan una carga demasiado elevada para llevar cada día y una tensión excesiva que se añade a su habitual actividad.

Hay familiares que llegan a abandonar sus quehaceres diarios, su trabajo e incluso relegar su vida familiar por atender a la persona enferma de cáncer. Actúan de un modo desinteresado y con total entrega y necesitan también recibir atención psicológica, tanto para afrontar el golpe como para no decaer durante el largo proceso.

El hecho de querer aparentar fortaleza y entereza constante ante su familiar enfermo hace que los cuidadores abandonen sus propias necesidades y se construyan una coraza frente a ellos. Al acabar el día suelen derrumbarse en sus casas, en soledad, siempre con la extrema sensación de responsabilidad e impotencia.

El cáncer no es una enfermedad de héroes

 En las enfermedades no se puede hablar de héroes ni derrotados. Sin embargo, sí hay luchadores y personas de inagotable fuerza de voluntad y optimismo. Los seres humanos somos precisamente eso, humanos. No es de débiles pedir ayuda, llorar, desear tirar la toalla -e incluso hacerlo-, gritar, desesperarse o enfadarse con la vida.

Nadie está preparado para que un golpe tan repentino caiga en sus vidas. Ni pacientes ni familiares piensan que una enfermedad como el cáncer puede hacer acto de presencia y desestabilizar a tan alto nivel una vida normal y asentada. Sobre todo si hay niños los momentos de angustia son más frecuentes y resulta complicado hacerles entender que una persona que quieren esté pasando un momento tan difícil y no estará al completo para ellos.

Cada persona merece el mismo respeto ante la actitud que decida mostrar tras conocer su enfermedad. No hay que reaccionar de un modo correcto, sino darse un tiempo para afrontar la noticia y, ante ello, tomar decisiones y gestionar cada contratiempo o noticia que llegue.

Los familiares de los enfermos de cáncer también necesitan desahogarse y recibir asesoramiento de profesionales que les instruyan sobre cómo actuar en determinados momentos o en el trato a su familiar.

La libertad de actuación en el paciente y el familiar

Como familiar se siente la obligación de estar para el enfermo, ya que se encuentra vulnerable ante la nueva situación. Puede ocurrir que el nivel de exigencia sea algo desconocido por el cuidador y conlleve en él un estado de ansiedad constante. El cuidador no puede curar, sí apoyar y mitigar el daño emocional del enfermo.

En muchos momentos el enfermo de cáncer sólo necesita que se le escuche y se permanezca a su lado diciéndole que todo irá bien. Es muy importante el bienestar psicológico del mismo y en este contexto el familiar tiene parte de responsabilidad. Buscar momentos agradables bien en reuniones, charlas, paseos, comidas, escuchando música…, causarán una sensación dulce en el paciente y le permitirán evadirse de su microrrealidad.

Al igual que el doliente necesita ver más allá y sentir que su lucha y positividad darán sus frutos, el cuidador no debe abandonar su actividad y tener tiempo para sí. Será contraproducente para ambos llegar a una relación cargada de ansiedad, temor, tensión y cansancio emocional.

Si los familiares no se oxigenan y no resultan un apoyo fresco, calmado y optimista para la recuperación del enfermo no podrán ayudarle. El cáncer se puede curar. Pero nunca hay que olvidar permitir libertad y respeto a quienes lo padecen para que puedan ser y actuar como consideren.

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