Aspectos positivos de ser madre primeriza a los cuarenta

Ana M Longo | 03/01/2020

Al llegar a los cuarenta años una mujer se encuentra más fuerte para afrontar nuevos retos. Por lo general, si una mujer se decide a ser madre primeriza tiene gran parte de su vida resuelta. Contrariamente a lo que se creía en épocas pasadas, ser madre después de los cuarenta implica bastantes aspectos positivos.

Con cuarenta años una mujer no tiene tantos miedos y sabe lo que quiere. La madurez se ha instaurado en su vida para quedarse y no se tiene inseguridad a nuevas situaciones que se presenten. Una mujer con cuarenta años suele tener su trabajo y vivienda y, con o sin pareja, se anima a tener un hijo, a quien, sin duda alguna, le podrá ofrecer más paciencia y estabilidad.

Ser madre primeriza a los cuarenta

Hoy en día es totalmente normal tener hijos por primera vez después de los treinta y los cuarenta años. La situación económica no facilita las cosas cuando todavía eres joven, por lo que lo más probable es que la mujer se vea obligada a posponer su deseo de tener un hijo. En muchos casos las mujeres desean estabilizarse laboral y sentimentalmente, incluso el hecho de no tener trabajo fijo les hace viajar en busca de algo más estable y no tener un hogar único. Con todo esto les da miedo plantearse tener familia. Las condiciones laborales, cuando no son lo óptimas que debieran, no permiten que la mujer se decida.

No tener pareja hoy en día no es impedimento para tener hijos. Sin embargo, siguen existiendo mujeres que todavía ven el ideal en tener a alguien al lado para formar una familia. Sea cual sea el caso y las preferencias de cada mujer, la edad es siempre un grado. Los cuarenta años en la madre añaden saber estar y sabiduría que, sin duda, son requisitos recomendables en la educación de un niño.

Los padres jóvenes primerizos juegan con la inmadurez para la crianza, el miedo, la falta de confianza, el sentimiento de agobio y angustia por no poder hacer determinadas actividades, la falta de autoconocimiento personal o la inseguridad ante el futuro en varios aspectos. Tener una cierta edad da más seguridad y aporta herramientas que alguien más joven aún no tiene o está descubriendo. Ser madre joven supone seguir descubriéndose, descubrir el mundo y la nueva etapa y al bebé que llegan.

Existen estrategias para criar al hijo

Con cuarenta años la mujer sabe definirse y está fuerte mentalmente. Existen aspectos positivos para ser madre en esa edad. La mujer conoce lo que es el sentido de la independencia, el valor de las cosas que la rodean, la importancia de la familia, el esfuerzo, el trabajo y el respeto hacia los demás. Cuando una persona se conoce y está estable y fuerte emocionalmente puede trasmitirlo más fácilmente al otro.

Por norma general, una mujer joven que aún no es lo suficientemente madura tiene más problemas para poder educar a un hijo sin el miedo y la inseguridad lógicas. Esto no quiere decir que no quiera al hijo o que no le vaya a dar lo necesario para ser feliz, sino que existen otro tipo de circunstancias que rondan la cabeza de la futura madre.

Con una personalidad, por otra parte, asentada, trabajo, familia y amigos estables, ser madre se vuelve una tarea menos estresante y más apasionante. Probablemente, la fuerza mental se vuelvan el mejor aliado para afrontar cada día con un niño pequeño. No existe una edad apropiada para ser madre primeriza, esto debe ocurrir cuando se sienta preparada y valore su vida y las circunstancias que la rodean.

La confianza en sí misma de una mujer de cuarenta años 

La mujer siempre ha tenido que demostrar su valía al resto del mundo para ser considerada apta ante determinadas actividades. A la llegada de los cuarenta años expone una seguridad en sí misma y le da igual la opinión de otros. Este valor le dará la suficiente fuerza para afrontar una maternidad positiva y vivirla de un modo óptimo y al cien por cien.

Llegar a los cuarenta y plantearse el reto de la maternidad supone hacerlo con total convicción de lo que una es y de lo que es capaz de asumir y realizar. Mirarse al espejo con veinte años da un reflejo muy diferente del que aparece el doble de años después. Las experiencias vividas, el camino recorrido, descubrir cuáles son las necesidades, deseos y expectativas reales confieren una personalidad y un estilo de vida definido y adulto.

El trayecto realizado ha sido duro y se ha presentado lleno de baches. Pero lo mejor de todo es que se ha llegado a un punto donde todo es más auténtico y se vive con más intensidad. Los objetivos están más definidos y no se pierde el significado. La esencia de quien una es se deja ver sin tapujo alguno y ya no hay que idealizar situaciones ni buscar puntos irreales en la rutina diaria. La mujer de cuarenta ve la en la opción de ser madre muchos más aspectos positivos que negativos y va a por ello con energía y convicción.

No hay necesidad de aprobación para ser madre primeriza

Con cuarenta años una mujer no necesita la aprobación para hacer lo que desea. Cualquier idea o plan que le surja y tenga en mente lo saca adelante con temple y seguridad. Atrás quedan los años donde consultaba, dudaba, investigaba y dormía intranquila. La maternidad debe vivirse con naturalidad y plenitud. Ser madre primeriza a los cuarenta debe vivirse con tranquilidad y desoyendo comentarios externos que siempre existirán.

Las frustraciones cuando uno es más joven desaparecen al llegar a la cuarentena. Una mujer de esa edad llega a la nueva etapa sin la mochila cargada de temores, sino intentando dar un paso más en su vida, distinto a lo que venía haciendo. La mujer adulta es capaz de salir adelante y encontrar solución ante problemas que puedan surgirle con más sensatez que a los veinte años.

Para la crianza y educación del hijo no ve indispensable la ayuda o el soporte de otras personas, aunque lo agradece y le anima en determinados momentos. Pero se ve resuelta para asistir al hijo con lo que ella ha conseguido. Con todo esto no ve la llegada del niño como un impedimento para alcanzar metas ansiadas o sueños incumplidos. Probablemente el único sueño importante por cumplir sea precisamente el de cuidar y sentir el amor del nuevo miembro de la familia.

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