El incomparable vínculo entre madre e hijo

Ana M Longo | 15/12/2019

Cuando una mujer quiere ser madre, y desea proteger y amar a su hijo por encima de otras cosas, se dice que tiene instinto maternal. Esta concibe en la opción de la maternidad la realización personal y el reflejo de sus anhelos. La mujer se entrega física y emocionalmente al hijo, ya que la situación de dependencia del bebé al nacer hace que la dedicación abarque la totalidad de su rutina. Tras el alumbramiento es importante fortalecer el vínculo entre ambos y que no existan interferencias de por medio. Se logrará así que ambos vivan un apego sano, duradero y emocionalmente enriquecedor.

El sentir de la mujer que desea convertirse en madre

Para una mujer la relación en la cual verdaderamente siente acierto y enamoramiento aún sin haber conocido a la otra persona, sucede cuando se queda embarazada. En ese instante su mundo se detiene y un sentimiento desconocido comienza a florecer. La mujer desconoce todavía qué elementos irrefrenables la están transformando física y emocionalmente, pero el caso es que sus hábitos de vida ya no volverán a producirse de igual modo.

Es un tópico decir que es casi imposible hacer comprender a alguien que todavía no es madre lo que una que sí lo es siente por su hijo, pero inevitablemente resulta así. Para una madre explicar que una parte de sí (sino toda ella), respira y vive por y para su hijo, su bebé recién nacido o de pocos meses, resulta difícil de procesar.

Durante el embarazo

Cuando la mujer se queda embarazada, se imagina ilusionada un futuro con su hijo en brazos, dibuja mentalmente sus facciones, o presiente momentos próximos con él meciéndole y cantándole. En ese tiempo, ella sueña diariamente con mirarle a los ojos, olerle, besarle, tocarle… Durante los nueve meses de gestación, es habitual que la mujer acaricie su vientre y se cree una comunicación y conexión imperceptibles para otros. La madre le siente, y por lo tanto puede llegar a asegurar que algo va mal. Ella sabe y percibe ya, gran parte de lo que es su hijo.

En los meses en los que el nonato anida en el interior de su madre, ella le provee de alimento, de mimo, le canta, le habla, le protege y le da calor. Una madre se cuida por su hijo, se preocupa por su bienestar. ya que ello afectará al bebé. Lo que hace ya la mujer que aún no ha dado a luz es respetar una vida más saludable por él: alimentarse mejor, hacer deporte, evitar ciertos hábitos más reprochables… Ella piensa en él sin aún conocerle, porque ya le quiere incondicionalmente.

Aspectos acerca de un vínculo sano

Biológicamente la mujer nace con la capacidad para albergar y nutrir a su hijo en su seno, para darle protección. Lo mismo ocurre al nacer. La madre no siente abandonar al bebé, sino amarle de tal forma que llega a ser lo primero, parte de ella, y lo único por lo que no tendría reparo en dar su vida. El ser humano nace desvalido y necesita ese soporte inicial para poder avanzar, desarrollarse y vivir.

Un niño con un vínculo y un apego seguros necesita de su madre y teme si esta no está. Verla le añade una calma que le permite continuar con lo que estaba haciendo. Es frecuente que un niño pequeño llame a su madre varias veces si no se encuentran en la misma habitación, y solo por el hecho de asegurarse que está ahí. El apego se constituye de conductas y emociones que definen esa necesidad imperiosa de contacto entre madre e hijo. Esta relación influye en el desarrollo neuronal del niño, y por lo tanto en la consecución de determinadas habilidades sociales que causarán que logre relaciones positivas con otras personas.

Una unión inquebrantable hacia el hijo

El apego o vínculo primero que se logra es el de una madre con su hijo. Es frecuente escuchar a madres que justifican actos violentos o delictivos de sus hijos, unas lo exponen, otras lo guardan para su intimidad. Apoyen o no a sus hijos, el sentimiento de amor profundo, de protección y de pertenencia a sus vidas y a sus almas es algo que morirá con ellas, por mucho dolor, tristeza y decepción que sientan.

El lazo irrompible de una madre con su hijo se materializa en el momento del nacimiento, no obstante ha tenido lugar en esos nueve meses de gestación. La mujer, al inicio del embarazo, necesita pensar, hacerse a su nueva situación…, cuando ya tiene alguna evidencia en sus movimientos o ecografías, el amor crece al igual que el feto. Para la madre es más fácil dejarse llevar y sentir esa unión, porque en ese tiempo no deja de sentirle en su interior.

La mujer conoce al amor de su vida

Una mujer conoce lo que es el amor sincero cuando es madre. Su hijo es parte ella, proviene del interior de su cuerpo, resulta de un deseo lleno de esperanza e ilusión. Cuando el bebé nace, la madre que ha padecido dolores intensos logra encontrarse en paz, porque ve su cara, porque se topa con la realidad soñada. En el momento en que ambos se tienen uno frente al otro, no hay nada más, lo malo pasa a otro plano. Ambos consiguen conectar instantáneamente, porque se han conocido durante varios meses y lo que ahora necesitan es tocarse, sentirse y disfrutar.

Al nacer el bebé, la madre demanda tiempo, necesita intimidad y espacio para  abrazarle y tocarle sin interferencias. Es frecuente ver una habitación de hospital llena de gente hablando, sacando fotografías, riendo o moviendo al recién nacido de brazos en brazos. Todas esas actitudes no son adecuadas al momento, eso enturbia una situación novedosa y compleja para la nueva madre que durante tantos días imaginó estar con su hijo.

La gente opina de la relación madre e hijo

Una madre se expone diariamente al escrutinio público. Los comentarios burdos, sin fundamento, las opiniones fuera de lugar se inician desde el día del nacimiento del bebé. Todo el mundo quiere exponer, decidir, aconsejar…Sin embargo, frente a la probable ayuda que pretenden, lo que logran es causar un ambiente contraproducente para una madre asustada y frágil emocional y físicamente.

Una madre recién parida necesita apoyo, compresión y vivencias con su bebé. El momento piel con piel, que añade una sensación placentera para ambos, o iniciar su lactancia (si es su deseo) instantes después del parto, es muy necesario. En ese tiempo, el bebé tiene el instinto de succión y busca ansiosamente el pecho de su madre para alimentarse y reconfortarse. El pecho será, por el tiempo que dure la lactancia, su mejor cobijo.

Cuando ocurren situaciones de separación entre madre e hijo

Acerca de la relación que comienza entra madre e hijo se han realizado diversos estudios, entre ellos y de los primeros, destaca el psicoanalista Spitz. Este concluía que la madre era la persona gracias a la cual el hijo puede afrontar y enfrentarse al mundo que encuentra ante sí. La relación óptima y estable que logren establecer madre e hijo, tendrá un reflejo posterior positivo con otros, donde reinará el respeto y la confianza.

En las situaciones en las que madre e hijo no pueden permanecer juntos justo después del alumbramiento, la conexión no logra ser instantánea y hay que buscar las herramientas necesarias para lograrlo. Muchos pueden ser los motivos, por los que madre e hijo son separados, algunos ajenos a la madre, físicos, o de carácter psicológico. En todos los casos hay que pedir ayuda, y alguien debe velar por la seguridad y estabilidad emocional de la madre. Un momento de separación del hijo puede causar en la mujer y el hijo profundas secuelas psicológicas. En ella, una situación de depresión, en el bebé, un sentimiento de desamparo, miedo e inseguridad extremos. Ambos pueden cargar con el duelo a corto y largo plazo, sentir soledad y no lograr amar a otros.

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