Ana Maneiro, veterinaria: “amar mucho a nuestras mascotas a veces es perjudicial”

Esther Ballesteros | 18/08/2019

Apasionada de los animales y de espíritu inquieto, Ana Maneiro abrió hace más de una década la Clínica Veterinaria Cas Menescal, ubicada en la urbanización Son Macià de Marratxí, donde vuelca su amor y sus conocimientos en los perros y gatos que acuden a su consulta. Se licenció en 1997 por la Universidad de Zaragoza en la especialidad de Medicina y Sanidad Animal y desde entonces vela, junto a sus compañeros Juan Salom y Joana Cladera, por proporcionar la mejor calidad de vida para las mascotas. En esta entrevista nos habla de la aventura (y responsabilidad) que supone sumar a la familia un compañero de cuatro patas, los errores más comunes en los que incurren los dueños con sus animales, de su educación y alimentación y de cómo actuar ante determinadas situaciones como la enfermedad o sus últimos momentos de vida.

¿Por qué te decantaste por la Veterinaria?

Desde los tres años le decía a mi madre que quería ser veterinaria, y eso que no hay nadie en mi familia que lo hubiera sido antes. Simplemente me gustaba. Soy de un pueblo muy pequeño del País Vasco y me pasaba horas yendo por las pescaderías para después darles de comer a los gatos callejeros, de los que estaba lleno el espigón que daba al mar. Mi padre, además, es cazador, pero no de los que considero destructores que arrasan con todo. A él le gusta la naturaleza, cría y respeta la veda. Recuerdo cómo en épocas de sequía mis padres compraban canaletas para recoger el agua y las dispersaban por los campos de trigo para que las perdices y las palomas pudieran beber, con lo que también se aseguraban de que hubiera caza al año siguiente. Parece una antítesis: mi padre cazador y yo veterinaria. Siempre le digo que lo hice para compensar sus desastres. Nunca he pensado en ser otra cosa.

¿Cuáles son los errores más frecuentes que cometen los dueños con sus mascotas?

Amar mucho a nuestras mascotas a veces es perjudicial. Por ejemplo, un problema muy importante hoy en día en las mascotas es la obesidad, más en perros que en gatos. La gente no entiende que el pienso es la comida más equilibrada. Cuando ponen ojitos pocos se resisten al trozo de pan, al trozo de queso…, y algunos parecen verdaderas bolas. Hay que entender que en el caso de un perro que a lo mejor debe pesar 5 kilos y alcanza los 7,5 ya es obesidad mórbida, porque supera el 30 por ciento de su peso ideal. Y esto es malísimo para todo: para las articulaciones, el corazón, las insuficiencias renales, el hígado graso…

¿Y respecto a la educación?

Se tiende mucho a volver tiranos a los perros pequeños: se les malcría, se les da todo..., y luego les vas a acariciar y cuando te quieres dar cuenta te ha mordido tres veces. Por suerte no hacen daño. Piensan que son un juguete pero no lo son. Y es entonces cuando se convierten en unos tiranos hasta con sus dueños. Los mimamos, no tenemos autoridad suficiente sobre ellos… Los dueños tampoco entienden que pueden tener cualquier raza, un pitbull, un ca de bestiar, un rottweiler…, pero hay que ser capaz de dominar a ese animal. El perro no puede dominarte nunca a ti, tú le tienes que dominar a él, y si para eso es necesario un tirón de collar o decirle de forma contundente “ven aquí” hay que hacerlo, porque de lo contrario te estará tomando el pelo. Las órdenes hay que repetirlas hasta que se cumplen y que el animal no te toree. La educación es muy relativa. Es como con los hijos, no hay unas normas fijas. En mi casa, el perro no se sube al sofá ni a la cama, pero hay personas a las que le da igual. Si esto en tu casa es admitido, ya está. También hay que ser consciente de la necesidad de que un perro sepa pasear con correa por la calle, que no vaya tirando como loco, que si ve a otro perro no se lance o se ponga a ladrar como un poseso…

Se habla mucho de la humanización de los animales…

Sí, se tiende a humanizarlos y a veces se pierde un poco el norte. Los queremos mucho, pero no son personas, son perros, son gatos, y tienen sus necesidades como tales. También creo que cuando una persona coge un perro o un gato tiene que ser responsable. Hay gente que coge un perro y de pronto se encuentra con que suelta pelo, hay que sacarlo a pasear a las siete de la mañana, hay que recoger las cacas, se orina en la maceta, se ha comido la planta, ya no les gusta…, y entonces lo abandonan, lo llevan a la perrera, lo intentan regalar o lo dejan abandonado en el jardín. Conozco muchos casos de perros que jamás salen del jardín y están en 50 ó 60 metros de terreno, pero este es un error tremendo de cara a la sociabilización del perro porque el día que salga todo le dará miedo. Precisamente, hace un tiempo nos llegó un perro de once años, un labrador enorme, que en todo ese tiempo no había salido de una finca y no quería caminar porque estaba aterrado ni había forma de explorarlo porque estaba tan contraído que no podías ni estirarle una pata. Es entonces cuando estos perros pueden ser peligrosos porque pueden morder por miedo. De repente están tan estresados que se asustan con la gente que pasa, el niño que corre, la bocina del coche … Luego vienen los sustos, pero es que ese perro ha sido sometido a una tremenda situación de estrés. Es un perro, no un tiesto en un jardín ni en un balcón.

¿Se puede hablar de razas de moda?

Sí, aunque no sé si por suerte o por desgracia han disminuido las razas grandes, principalmente porque son más trabajosas y requieren más tiempo, son económicamente más caras, sobre todo en lo que a alimentación se refiere, y a raíz de las leyes de perros peligrosos que obligan a tener licencia. Pero hace unos quince años estaba muy de moda el rottweiler, un perro magnífico, y de repente veías un montón en los balcones. Luego decían que era peligroso..., peligroso es el dueño que tiene a ese perro en esas condiciones. También pienso que hay razas que aquí no se deberían tener, como el husky o los mastines del Pirineo… Sufren mucho. También sucedió con el bulldog francés: al principio apenas había ejemplares pero de repente se veían un montón. Luego desaparecieron porque es un perro que presenta muchas patologías y la gente se cansaba: si no tenía problemas de piel los tenía respiratorios, de ojos o huesos…

¿A qué se deben estas tendencias?

Pues como sucede con las modas en la ropa, empiezan a salir en revistas, en medios de comunicación… Al fin y al cabo, el mundo de la mascota, exceptuando los veterinarios, es un negocio: las tiendas de animales, las peluquerías, los accesorios… Puedes encontrar hasta collares de perro de diamantes que valen muchísimo. Creo que la medicina es necesaria pero en lo demás hay todo un marketing detrás. Ahora, por ejemplo, se habla de los piensos grain free (libres de cereales). La teoría de quienes abogan por estos piensos es que el perro es un carnívoro estricto que proviene del lobo, en cuya naturaleza nunca ha habido cereales… Pero, realmente, el perro hace miles de años que está domesticado y ha comido lo mismo que el hombre. Por tanto es un omnívoro y no hay ningún problema con los cereales. Excepto en el caso detectado en un ejemplar de un grupo de setters irlandeses, jamás se ha diagnosticado un perro alérgico al gluten. Es una creencia popular.

¿Qué opina de la comida cruda por la que también apuestan algunos propietarios?

La comida cruda es la mayor fuente de parásitos. Los perros no deberían comerla, para eso estamos evolucionando. Es como el que es vegano y quiere que su perro también lo sea, o el gato, que sí sigue siendo carnívoro estricto. Imagínate la cantidad de proteínas y nutrientes de los que carece. Por no hablar de que el gato es un animal muy sensible médicamente.

¿Viven más las mascotas en la actualidad?

Sí y, de hecho, ahora la geriatría es una parte importante de la veterinaria. Ahora hay mejores piensos y cada vez hay más gente que quiere a su mascota como una parte más de su familia. Hay muchos perros que viven muy bien, han tenido una buena alimentación desde pequeños, sus vacunas, sus desparasitaciones, sus revisiones médicas…, lo que hace que acaben siendo muy longevos. La gente también está más predispuesta a los tratamientos como en el caso de los perros con insuficiencia cardíaca. Cuando les detectas un soplo los dueños están dispuestos a que se les haga un estudio cardíaco, se les dé una determinada medicación…, y esto aumenta su esperanza y su calidad de vida. También en el caso de otras patologías crónicas como la insuficiencia renal, la diabetes, los problemas de tiroides…, la gente quiere hacerles pruebas y tratarles crónicamente. Esto hace que vivan más.

¿Ha ayudado la esterilización en el caso de las hembras?

También. Vemos muchos menos tumores de mama ya que esterilizarlas jóvenes hace que su incidencia haya descendido mucho. Aunque hay que decir que todavía nos faltan años porque es un tema de mentalidad cultural. De hecho, un problema que tenemos es que la medicina es muy cara y esto algunos propietarios no lo entienden, porque como vivimos en un sistema de seguridad social no sabemos lo que cuesta, en nuestro caso, un día de hospitalización, una radiografía… Pero en otros países tienes que pagar la factura del médico. Aquí la medicina veterinaria es privada. Entiendo que el tratamiento crónico de un perro puede suponer unos ciento y pico euros al mes, que para una familia numerosa que ya va justa le puede suponer mucho dinero. A otros simplemente no les da la gana tratarles. Están las dos vertientes.

A raíz de la crisis y de las dificultades económicas para hacer frente a los tratamientos, ¿disponéis de algún tipo de facilidades como la financiación a plazos?

Lo hemos intentado hacer pero lo que ha pasado es que a lo mejor no hemos cobrado. Y a la siguiente vez que te lo piden, salvo que sean clientes muy antiguos, no se hace porque nos hemos pillado los dedos más de dos veces. Yo a final de mes tengo que pagar un local, unos empleados, la seguridad social…

¿Qué hay que hacer para que los más pequeños se conciencien de que un perro no es un juguete?

Esto es como el reciclaje: si tú reciclas en tu casa, tus hijos van a reciclar. Y así en todo. Espero que en un futuro el amor y el respeto por los animales se inculquen desde las aulas, desde muy pequeños, y que sean los hijos quienes enseñen a los padres, a quienes quizás no nos lo han inculcado, ese amor por ellos. Pero sobre todo es concienciación. Cuando coges un animal sabes que lo estás cogiendo para 14 o para 17 años y sabes que si tiene problemas de piel no lo vas a abandonar.

¿Necesita especializarse la Veterinaria?

Por suerte, en la actualidad la veterinaria tiende a especializarse. Pero hasta el día de hoy tienes que saber de todo: tú eres el dermatólogo, el urólogo, el traumatólogo, el neurólogo… Al ser la medicina tan amplia y al existir patologías de todo tipo provoca que no puedas llegar a todo. Es imposible. Y entonces, muchas veces, como veterinario generalista te quedas preguntándote por qué ha muerto un perro y sin poder darle una explicación al propietario. También faltan recursos económicos. Por suerte, ahora hay un hospital, el Canis de Mallorca, que hace resonancias o un TAC. Sin hacer estas pruebas puedes sospechar qué le pasa al animal pero no saberlo a ciencia cierta. Es una profesión que tiene que evolucionar y que debe tender a la especialización. Las clínicas pequeñas deben desaparecer en pos de los grandes hospitales con especialistas. Que haya veterinarios generalistas pero que en un determinado momento puedas mandar al animal a un cardiólogo o a un neurólogo.

¿Cómo hay que afrontar los momentos finales de una mascota?

El tomar la decisión de la eutanasia para un propietario que ha tenido un perro durante diez o quince años es muy duro. Siempre les decimos que tienen que buscar un equilibrio entre que el perro siga teniendo una calidad de vida o cuando ya es nuestro propio egoísmo el que hace que queramos tenerlo un poco más aunque la calidad de vida del perro ya sea nefasta. Hay que tener muy clara esa balanza. Sabemos que un perro es muy mayor o que tiene una enfermedad crónica y que va a llegar el día, ¿cómo? Tendrá días buenos y tendrá días malos. Cuando los buenos sean más y su calidad de vida sea buena, seguimos adelante, pero cuando ya tenemos más días malos en los que el perro no se mueve, vomita varias veces, no come, apenas ha movido la cola cuando hemos llegado a casa..., ya nos acercamos más a ese día en el que debemos decidir. Los animales, como los humanos, tienen picos. De hecho, está descrita y estudiada en humanos la euforia antes de la muerte. En el caso de los animales no está demostrada, pero sí que es verdad que tenemos pacientes que nos han comentado que, de repente, el perro se encuentra muy bien tras haber pasado varios días malos, entonces espera a ver qué sucede, y al día siguiente está peor, o no… Entonces les cuesta mucho tomar la decisión. También nos encontramos con el otro extremo, al que nos negamos absolutamente. Cuando un dueño viene y dice: “vengo con el perro para matarlo”. Y yo le digo: “lo primero, yo no mato a nadie, yo duermo”. Y cuando les preguntas qué le ocurre al animal, te dicen que ya es muy viejo, no ve, no oye… pero sin embargo come, bebe, es feliz, se pasea. Es sorprendente la sangre fría que puede llegar a tener la gente. Es un tema cultural y suele ocurrir con personas mayores en cuya educación un perro es un perro, no uno más de la familia. Aunque sí que hay que decir que hemos avanzado mucho: hace veinte años empecé a trabajar y en aquel momento no se hacían prácticamente analíticas o radiografías y eso es algo que hoy ni se discute.

¿Aconsejas que el dueño acompañe a su mascota en este trance?

Aconsejo que cada uno haga lo que le pida el corazón. Hay gente que quiere quedarse hasta el último suspiro, que es respetable y para el animal es mejor, porque hasta el último momento va a estar en los brazos de la persona en la que confía y a la que quiere y esto le proporcionará más tranquilidad, pero hay gente que no puede soportarlo y está muy alterada, o que simplemente prefiere tener el recuerdo del último momento en que estuvo en su casa, en su colchón o en su rincón preferido y no verlo aquí encima de una mesa. Después está el tema de la incineración: en Mallorca hay dos incineradoras privadas para quien quiera quedarse con las cenizas de su mascota, aunque no todo el mundo puede costearlo. Cuando mueren, todos los perros se incineran de forma colectiva en la incineradora municipal. En las privadas, sin embargo, se incineran unitariamente y puedes recuperar sus cenizas. Puede costar unos 300 euros. Es algo muy personal.

¿Crees que hay que fomentar las terapias con animales?

Sí, muchísimo. De hecho, aportan mucho en los casos de síndrome de Down, en las personas mayores… Es una gran terapia, por ejemplo, para gente que es viuda, que se ha quedado sola, que tiene un perro o un gato y es su vida. Les obliga a salir a la calle y moverse, a darle de comer y beber… Les mantiene activos y, además, mutuamente se dan muchísimo cariño. Hace unos días una mujer perdió a su mastina de trece años y para ella ha sido un gran disgusto, era su amiga y su compañera. Aunque sea ley de vida y supiera que ese día tenía que llegar y se fuera sin sufrir, estaba muy afectada.

¿Con qué aspectos más felices de tu día a día en la clínica te quedas?

Por suerte ves muchas cosas felices cada día: cuando te viene un cachorro y la familia está tan ilusionada con él; cuando los operas y los salvas de cualquier patología, o haces un buen diagnóstico y el propietario está tan contento que cree en ti con fe ciega. Todo esto compensa muchísimo. De lo contrario esta profesión no valdría la pena, porque es muy dura, sobre todo cuando tienes la sensación de que no lo sabes todo. Es una profesión en la que psicológicamente estás sometido a situaciones muy extremas y donde los sentimientos son muy importantes. En nuestro caso somos una clínica muy familiar, conoces a los dueños desde hace muchos años y conoces sus situaciones personales. Y ahora que llevo veinte años aquí me satisface mucho, por ejemplo, ver cómo vienen con sus mascotas los hijos de clientes anteriores, que eran niños pequeños cuando empecé. Y es entonces cuando piensas: no lo habré hecho tan mal.

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